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La animación del maestro Miyazaki salva a la Mostra de otra jornada gris
La animación del maestro Miyazaki salva a la Mostra de otra jornada gris
Entusiasmo causa la última animación del maestro japonés y decepción genera el italiano Avati y los franceses Patrick-Mario Bernard y Pierre Trividic
Aunque no estamos ante la mejor y sobre todo más adulta de sus obras, ha tenido que llegar el japonés Hayao Miyazaki, maestro de la animación tradicional y receptor no hace tanto del León de Oro, para lograr con Gake no Ue no Ponyo (Ponyo en la roca junto al mar) más emociones que la mayoría de los dramas con actores de carne y hueso vistos estos días, empezando por los otros dos que este domingo compitieron en Venecia, el italiano Il papà di Giovanna, de Pupi Avati, y el francés L'autre, de Patrick-Mario Bernad y Pierre Trividic. Tras varios títulos que interesaron incluso más a los papás que a sus hijos, Miyazaki, retoma el tono de historias como las que le dieron fama hace décadas, las de las series televisivas "Heidi" y "Marco", en una cinta que mezcla el clásico La sirenita con el recuerdo del tsunami que asoló las aguas de Indonesia, Sri Lanka, la India y Tailandia. La protagonista es un pez de sexo femenino deseoso de convertirse en humano cuando conoce a un niño que vive en un pueblo costero, y al lograr ser niña es castigado por el mar en forma de terremoto que desencadena la tragedia. Miyazaki, ganador con El viaje de Chihiro del Oscar y de un Oso en Berlín y aquí del León por el conjunto de su carrera, ha aprovechado su nueva presencia en el Lido para reivindicar la animación tradicional en 2-D. "La animación necesita el lápiz, que se recurra al dibujo manual, y seguiré utilizando el lápiz mientras pueda", dijo el artista nipón en rueda de prensa, añadiendo que "el ordenador, aún estando bien, debilita la fuerza del mensaje". Il papà di Giovanna, del veterano cineasta italiano Pupi Avati, se desarrolla durante el fascismo y la II Guerra Mundial. Melodrama paternofilial, cae en el sentimentalismo fácil a través de la historia de un padre que lo pierde todo por proteger a su hija adolescente internada en un psiquiátrico por matar a una compañera, y no aporta nada ni a la carrera del autor de Una historia de chicos y chicas ni al concurso de esta Mostra. Para colmo, el final destiñe de empalagoso dulzor por todos sus poros. Pero la cinta peor recibida de la jornada fue la francesa L'autre (El otro), con Dominique Blanc en el papel de Anne-Marie, una mujer de mediana edad que -como en la cinta italiana de Özpetek de este sábado pero con diferente sexo- pierde la cabeza como consecuencia de los celos. Sus directores, Patrick-Mario Bernard y Pierre Trividic, parecen no tomarse demasiado en serio la tragedia de su protagonista y se entretienen apabullando con escenas del paisaje urbano mientras se despreocupan de dar una mínima credibilidad a su historia. Así, la cuarentona y francamente poco atractiva Anne-Marie, que es simple asistente social, se codea con la "crème" de la sociedad, frecuenta locales y tiendas de lujo, y sobre todo es capaz de tener un ex amante bastante más joven sin que sepamos cual es el secreto de su "éxito".