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TAL CUAL / Héctor Concari / Martes 01 de Enero
Estás perdonado, Clint
Columna: Día de Cine
Todavía planea sobre Clint Eastwood la sombra de sus orígenes: un cazarrecompensas sin nombre que perforaba los primeros spaghetti westerns a punta de monosílabos, antes de transmutarse en Harry Callahan, aquel fascista inspector de policía que tan bien encarnaba el lado oscuro de los setenta. Pero los tiempos cambiaron y, por suerte para los espectadores, Eastwood pasó detrás de las cámaras en una revolución copernicana que hizo del anterior hombre duro del cine, un director sensible capaz de trazar una excelente biografía del saxofonista Charlie Parker (Bird, en 1988), rozar la historia del cine con gran corrección política (Cazador blanco, corazón negro, en 1990). Dos años más tarde, Los imperdonables” le hizo ganar un poco de Oscares porque esa historia de asesinos redimidos era, en clave de vaqueros, una metáfora de la transformación de Eastwood. La última década fue particularmente fecunda, hasta la deslumbrante Río místico del año pasado. Los rimbombantes títulos (en inglés y en español) de la película ocultan uno -más tenso- de la novela original: “Soga en llamas: historias desde la esquina”. Lo escribió un tal F.X. Toole, seudónimo de alguien que durante cuarenta años se ganó la vida cerrando entre rounds, heridas de boxeadores. Escribía sin riesgo de ser publicado y era un apasionado lector de poesía gaélica. Eastwood, con olfato para los antihéroes, lo interpreta magistralmente. Porque de boxeo y de perdedores se trata y el film se apoya en un mánager demasiado conservador, un boxeador viejo que cuida gimnasios y una aspirante tardía y falta de amor. El cine americano es, esencialmente, un péndulo eterno entre los que ganan y los que pierden y las mejores obras siempre tienen que ver con la fugacidad de la victoria recortándose sobre la derrota. Como en una buena pelea, todo es cuestión de estrategia. El comienzo tiene un tono parsimonioso, deteniéndose en diálogos parcos y lentos que describen la amistad de los dos personajes masculinos y marca la distancia que el entrenador pone ante su pupila. Cuando empiezan las peleas y los triunfos, la película cobra otra dimensión, que, por falsa y acelerada, recuerda los films de acción de la vida anterior de Eastwood. Y entonces, viene el golpe bajo que termina en uno de los finales más amargos de la carrera del director. De película de boxeo, la trama se vuelve melodrama del mejor, retomando la lentitud del comienzo y haciéndonos saber que el único triunfo es la lucha, nunca el desenlace. Hay acaso, alguna largueza final que reprochar, pero el dilema ético, con toda su carga vital está ahí, como en buena parte de la filmografía reciente de Eastwood. Es una obra maestra con ecos muy claros del cine y la literatura americana de la que bebe sin pudor. Y es además una ironía trágica para el escritor F.X. Toole que murió a los setenta años, en el 2002 cuando empezaba a ser publicado y reconocido. Tal vez porque los caminos del cine son insondables y las películas terminan siempre por alcanzar a sus autores. Golpes del destino (Million Dollar Baby). USA. 2004. Director: Clint Eastwood. Con Clint Eastwood, Hillary Swank, Morgan Freeman.
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