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Cannes: Aplauden el regreso italiano al cine político y la enrevesada imaginación de Kaufman
Cannes: Aplauden el regreso italiano al cine político y la enrevesada imaginación de Kaufman
El estadounidense Kaufman, el italiano Sorrentino y el cinesta de Singapur Khoo han cerrado con bastante acierto el día previo a la culminación de Cannes
Aunque para muchos todo el pescado está ya vendido, la penúltima jornada competitiva en Cannes, este viernes, ha deparado tres estimables títulos, Synecdoche, New York, debut como realizador del celebrado guionista ganador del Oscar Charlie Kaufman (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos); Il Divo, satírico retrato del llamado "Papa Negro" Giulio Andreotti, con el que Paolo Sorrentino resucita el cine político a la italiana, y el pequeño y virtuoso drama de Eric Khoo, My Magic. Divertida, a ratos caótica, confusa, con toques de emoción e intrigante, es la opera prima de Kaufman(en la foto), Synecdoche, New York, cuyo título es impronunciable para muchos anglosajones, que no tienen siquiera claro qué significa la primera palabra (designar un todo con el nombre de una de sus partes, o viceversa). En realidad, se trata sobre todo de un juego de palabras con el lugar donde se desarrolla la acción, Schenectady. Considerado uno de los guionistas más imaginativos y originales de esta década, Charlie Kaufman (Memorias de una mente peligrosa, Human nature, El ladrón de orquídeas...) se ha decidido a escribir para sí mismo esta historia sobre un director teatral (Philip Seymour Hoffman) que obsesionado por la enfermedad y la muerte pretende crear la obra definitiva que le haga entrar en la inmortalidad. Esta no será sino una representación de su propia vida y de la de los que le rodean, en la que cada uno de ellos tendrá un "doble" actor. Así, ayudado por una beca que ha recibido, construye un mundo paralelo en un gran almacen, y llama a sus amigos actores para que reconstruyan la realidad sin saber cómo acabará todo. "Escribo lo que se me pasa por la cabeza en un momento dado", ha explicado en rueda de prensa Kaufman. "Encuentro algo que me interesa y decido a explorarlo. No sé hacia donde irán los personajes, el guión o la película... Para mi esa es la forma de estar vivo", añadía el escritor y ahora cineasta, que niega que su obra actual y las pasadas tengan algo de autobiográfico. "No he escrito una película sobre Charlie Kaufman, el protagonista no soy yo. Quiero ser claro al respecto, no dirigí tampoco a Philip Seymour Hoffman para que fuera yo. Su personaje es el fruto de una colaboración entre nosotros que le ha dado vida", insistía el guionista y realizador, con el inmediato apoyo de Hoffman, quien remarcaba: "No he interpretado a Charlie Kaufman ni se trataba de recrear su vida, sino la de mi personaje". Kaufman tampoco reconoce haber tenido demasiados miedos o dificultades para convertirse en realizador: "Era un proyecto monumental... Hubo por supuesto momentos de tensión pero me gustó mucho el trabajo, sobre todo con los actores". Por otro lado, niega que haya simbolismos ocultos: "No hay mensaje sobre nada. Simplemente lo que se ve en pantalla...". Y ello, según dice, ha sido hasta cierto fruto de la propia evolución de los hechos: "Tienes que estar abierto a lo que tu guión va a convertirse más que centrarte en lo que intentas hacer, porque eso sería aburrido". Por su parte, el italiano Paolo Sorrentino ha rescatado del olvido ese cine político que en los 60 y 70, de la mano de directores como Petri o Rosi, denunciaron con alto sentido crítico una sociedad llena de contradicciones y corrupciones. Il Divo no es un cantante de ópera, aunque si lo hiciera, si "cantara", temblaría todo el Estado... Se trata de Giulio Andreotti, el incombustible ex presidente italiano varias veces juzgado por sus contactos con la mafia, corrupción o instigación al asesinato, pero que siempre ha salido indemne y ahora ejerce como senador vitalicio. Figura de la hoy extinta pero otrora poderosa Democracia Cristiana, Andreotti es dibujado satíricamente, como un moderno Maquiavelo, ambiguo, cínico, en medio de una clase política que a pesar de la supuesta regeneración simplemente se ha transformado... para seguir siendo la misma, aunque las siglas hayan cambiado. Obviamente al susodicho, de 89 años, que tuvo oportunidad de ver la película días antes de su presentación en Cannes, no le ha gustado ni un poco. "Es un filme maléfico, me retrata como a un cínico y no lo soy. ¿Que si se puede decir que es estéticamente bello? ¡No lo sé ni me interesa!", dijo al diario La Repubblica. Paolo Sorrentino ha explicado aquí que sentía una gran curiosidad "por un personaje que simboliza el poder en Italia". Su película se centra en el periodo 1991-96, "cuando arrepentidos de la mafia le denunciaron como cómplice de la Cosa Nostra. Además, en esa epoca se le acusó de estar detrás del asesinato del periodista Mino Pecorelli, un delito por el que llegó a ser condenado, pero finalmente exculpado por la máxima instancia judicial", explica. Aunque el senador no queda bien parado, no se trataba de hacer una caricatura. "Quise evitar el panfleto, el film de tésis. Mi objetivo es que Il Divo alimente las dudas. Quizás él no lo vea así. De hecho lo ha calificado como "una canallada", término que emplea con frecuencia. Lo considero una victoria, considerando que se trata de un personaje que siempre ha permanecido impasible a todas las acusaciones durante medio siglo", comenta Sorrentino. El cineasta italiano señala que en la preparación de la película llegó a entrevistarse dos veces con Andreotti, hecho que el político luego negó. "Controla perfectamente el arte de la dialéctica y dirige siempre la conversación a donde le interesa. No entiendo por qué dijo después que no habíamos hablado... Llegó un momento en que temí sufrir presiones y no poder hacer la película, por la cantidad de amigos que tiene en todas partes", explica Sorrentino. El intenso viernes en Cannes se cerró con el breve pero intenso My Magic, del cineasta de Singapur Eric Khoo, quien hace tres años estuvo presente en la Semana de la Critica con la elogiada Be with me. Se trata de una cinta que hace honor a su título, una pequeña pieza de apenas 80 minutos llena de magia, que ha gustado mucho.
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