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EL NACIONAL / Nerea Dolara / Martes 01 de Enero
La tragedia y la comedia según Woody Allen
Melinda y Melinda es la nueva películas del director neoyorquino que llega a la cartelera cinematográfica, después de 7 años de ausencia de cintas de este realizador en las pantallas nacionales. Como es su costumbre, Allen dedica a los espectadores, con dosis inimaginables de genialidad, una comedia dramática o viceversa sobre la esencia de la vida La risa y el llanto son manifestaciones asociadas a sentimientos intensos y primarios del ser humano, y tradicionalmente vinculadas a estados anímicos como son la felicidad y la tristeza. Y es que aunque el hombre se empeñe en definir a través de las palabras sentimientos, sus vivencias expresan lo contrario. De esta forma lo relata Woody Alllen en su nueva cinta Melinda y Melinda, que se encuentra en la cartelera nacional como parte del Festival de CIne Independiente de Estados Unidos 2005.Desde 1988 los espectadores venezolanos no habían tenido oportunidad de disfrutar en la pantalla grande de un filme del ya clásico director estadounidense. De nuevo con sus diálogos geniales como gancho, el cineasta adicto a Nueva York llega con Melinda y Melinda, una película en la que discute si la esencia de la vida es cómica o trágica, y en la que logra demostrar, en su particular estilo, que ambas visiones se entremezclan y que al final no es más que agridulce. Cuatro intelectuales neoyorquinos -de cuál ciudad si no- conversan al comienzo de la cinta en un restaurante. Su discusión, en la que los protagonistas son dos dramaturgos, uno dedicado al drama y otro a la comedia, gira en torno a si la vida es en el fondo trágica o cómica. Que cada uno defienda la visión opuesta a su estilo de escritura, es decir, que el autor de dramas piense que la vida es en esencia una comedia y lo contrario en el caso del comediante, sólo demuestra el punto que Allen quiere dejar en claro: la tragedia y la comedia no son excluyentes, son casi hermanas, aunque muy diferentes. Comparten la misma sangre y coinciden en muchos elementos. Durante la conversación, otro de los ocupantes de la mesa decide relatar un episodio, que nunca es visto y oído por los espectadores, para que cada uno de los dramaturgos explique su visión. Como es de esperar, cada uno ve la historia de una forma totalmente opuesta. Así comienza la película que desde ese momento se convierte en dos narraciones paralelas sobre la historia de Melinda, interpretada por Radha Mitchell (quien personificó a la esposa de J.M. Barrie en Descubriendo el País de Nunca Jamás).Las historias no son del todo iguales pero están unidas por elementos comunes de una ligereza y un sarcasmo brillantes. En ambas narraciones Melinda es una mujer con un pasado terrible que llega sin avisar a una cena. En un caso, el dramático, llega a casa de una amiga de la infancia. En el otro, a casa de unos vecinos. En los dos relatos Allen se burla de la industria cinematográfica y de su afán por obtener ingresos. En ambos casos, la llegada de Melinda sirve de detonante para las crisis de tambaleantes matrimonios. En las dos historias se inician nuevas vidas y se deja atrás lo pasado, con todo lo que representa, y las definiciones de tragedia y comedia se permean mutuamente sin discresión.COmo es su costumbre, Allen muestra personajes complejos y geniales. A diferencia de lo que se había comentado de sus últimas películas Sweet and Lowdown o Match Point -consideradas como un estancamiento narrativo y creativo por los críticos-, Melinda y Melinda retoma las mejores épocas del director judío. Sin embargo, algunos de sus elementos recurrentes de su cine de echan de emnos en esta cinta. También se extraña su protagonismo nervioso y neurótico. Probablemente, como han expresado algunos críticos de cine, los años de psicoanálisis y el desahogo continuo a través de sus filmes le han permitido a Allen, no se sabe si para bien o mal de su cinematografía, deslastrarse de algunos de sus fantasmas.A pesar de los elementos clásicos faltantes y posiblemente irrecuperables, Melinda y Melinda tiene el espíritu particular que destilan las producciones del director. No sólo en el sentido narrativo, en la construcción de los personajes y en el escenario infaltable de las calles de Nueva York, sino en la esencia de su historia. El tema que aborda esta cinta, la discusión inicial de los dramaturgos, las posiciones asumidas, resume lo que ha sido la clave de la filmografía de este director: el retrato de la vida como una mezcla indiscriminada de elementos dramáticos y cómicos, de risas y llantos.
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