En un festival como esta Mostra veneciana, frecuentemente proclive a acoger sin pudor los excesos del llamado "cine de autor", por desgracia con frecuencia opuestos a los gustos del público que acude a las salas del mundo (de ahí su evidente declive), este miércoles se ha enfrentado una buena película de Hollywood, The Town, dirigida y protagonizada por Ben Affleck, frente a dos muestras de ese cine independiente europeo, más estimable pero demasiado larga la francesa Venus noire y descartable la griega Attenberg. Affleck, muy conocido en su faceta de intérprete pero no tanto como guionista y director, a pesar de su buen hacer en ambas disciplinas, realiza, coescribe e interpreta esta historia sobre un ladrón de bancos que se enamora de una de sus rehenes (Rebecca Hall), lo cual provoca una serie de conflictos en el seno de su banda de profesionales del asalto monetario. Se trata de la adaptación de una novela negra escrita por Chuck Hogan, quien también ha participado en el guión al lado de Peter Craig y el propio Affleck. El escritor ha colaborado recientemente con Guillermo del Toro en la trilogía literaria de vampiros "Nocturna", aún inacabada. El film, que mezcla las habituales escenas de acción, tiros y suspense tan propias del "thriller" delictivo con una muy cuidada tensión dramática y convincentes interpretaciones de los dos citados y de un elenco secundario de lujo, especialmente el televisivo Jon Hamm ("Mad Men") y Jeremy Renner (Zona de miedo), ha sido muy bien acogida y podría encontrar acomodo en el palmarés final. Por su parte, el francotunecino Abdellatif Kechiche desperdicia en parte una muy poderosa historia basada en hechos reales, la de una mujer surafricana que por sus muy opulentas formas fue exhibida en capitales europeas, durante el siglo XIX, como fenómeno de feria, y cruelmente estudiada por presuntos científicos, por empeñarse en alargar innecesariamente el metraje hasta las casi tres horas. La medida es siempre una virtud para cualquier cineasta, y el bueno de Kechiche se ha olvidado de este principio. Meritorio es el trabajo de su protagonista, la actriz cubana Yahima Torres, en el papel de la desgraciada Saartjie Barman, cuyo maltrecho cuerpo dañado por la prostitución y los experimentos pseudomédicos acabó siendo expuesto embalsamado en el parisino Museo del Hombre hasta que hace sólo ocho años fue repatriado y enterrado en su país natal por intercesión del presidente Nelson Mandela. Es frustrante que un film con estas potencialidades no haya sido escrito y/o editado para una duración más convencional, ya que la trama no requería en realidad semejante metraje. Por su parte, la griega Athina Rachel Isangari, productora de una exitosa cinta helena Canino, realiza Attenberg, cinta estéticamente deudora de la anterior, lo cual de entrada elimina cierto factor sorpresa. Estamos ante una más bien plúmbea reflexión sobre el amor, el sexo y la muerte, a partir de la historia de una joven de aspecto asexuado y otros personajes que pueblan su existencia, empeñada ella en entender esos tres ingredientes imprescindibles de la vida, entrando de manera más bien forzada en experiencias que la aproximen a ellos.