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Berlinale 2011
Berlinale 2011
Agoniza la competencia berlinesa con dramas personales y políticos
La penúltima jornada de la 61 Berlinale no aportó ninguna sorpresa a tener en cuenta -aparentemente- para el palmarés, con tres dramas, dos claramente políticos y un tercero más personal, de pareja. El alemán del antes documentalista Andres Veiel Wer wenn nicht wir ( Si nosotros no, quién) trataba sobre los orígenes de la banda Baader-Meinhof; el israelí-británico Odem, de Jonathan Sagall, contempla el inacabable conflicto del Oriente Próximo desde la experiencia de dos mujeres palestinas, y la coreana Saranghanda, Saranghaji Anneunda (Viene la lluvia, viene la luz), de Lee Yoon-ki, muestra un tema recurrente este año, la crisis o ruptura de la pareja. Veiel, en su debut en la ficción, se concentra en las vidas de algunos de los jóvenes rebeldes que en los 60 cimentaron el grupo guerrillero urbano Facción del Ejército Rojo (RAF), popularmente conocido como Banda Baader-Meinhof. Poco después de otra cinta alemana sobre algunos de los mismos personajes, aunque en una época posterior, RAF Facción del Ejército Rojo, en esta ocasión se hace especial hincapié en la primera juventud de parte de los fundadores del movimiento, descendientes de significados personajes del régimen nazi. Bernward Vesper es un joven aspirante a escritor, que empieza a estudiar en Tübingen. Su padre era un poeta cuyas obras fueron ensalzadas por los seguidores de Hitler. Muchos de estos, 15 años después del final de la II Guerra Mundial, siguen manteniendo posiciones sociales preponderantes en la Alemania Federal. Bernward conoce a dos chicas, Gudrun Ensslin y Dörte, con las que establece una relación triangular. Sobre todo con la primera la pasión se desata, y ambos viajan a Berlín Oeste en 1964 para iniciar una nueva vida en común. Politicamente, sus ideas de izquierda se radicalizan cuando el SPD forma una coalición con la derechista CDU. Entonces surge en sus vidas Andreas Baader, un hombre de acción y personalidad arrolladora que les arrastra hacia la lucha armada. Sin entrar a detallar las acciones criminales de la RAF y sus víctimas, la cinta de Veiel se fija sobre todo en esa "crónica social o sentimental" de los personajes, sus idilios, rupturas e infidelidades, en medio de los diversos movimientos libertarios y revolucionarios que coinciden con la segunda mitad de los años 60 en Europa y buena parte del mundo. Pero lo hace con cierta frialdad, posiblemente por el interés de su director en no tomar partido y ser aséptico, pero ello le resta fuerza y a la postre interés. Sin ser desdeñable, sobre todo para los interesados en el tema y la época, Wer wenn nicht wir se queda corta en profundidad y languidece a lo largo de sus más de dos horas de metraje. Aunque el director de la Berlinale había hecho comentarios favorables sobre Odem, la película israelí que tradicionalmente nunca debe faltar en la competencia por aparentes leyes no escritas pero fáciles de justificar, lo cierto es que esta cinta sobre dos mujeres palestinas que se reencuentran en Londres bastantes años después de que ambas protagonizaran su primera experiencia sexual con sendos soldados israelíes, de manera más o menos forzada o aceptada, según el punto de vista, comparte con el antes citado film alemán la falta de garra y un distanciamiento excesivo, una falta de compromiso, siendo como pretende ser un cine comprometido. No obstante, las protagonistas, Clara Khoury y Nataly Attiya podrían estar entre las consideraciones del jurado por sus creibles interpretaciones. El coreano Lee Yoon-ki, por su parte, completó la jornada penúltima de la competencia con otra pareja a punto de ruptura, como las que antes vimos en las cintas de Irán, Argentina o Estados Unidos. Puestos a buscar paralelismos, incluso coíncide con la de Miranda July, The future, en colocar a un gato como tercer personaje relacionado directamente con los amantes en vías de separación. Aquí ya no hay un drama político-histórico, sino simplemente una chica que le anuncia a su pareja que deberían dejarlo, tras tres años de convivencia. Luego sabremos que es por otro hombre. No hay reproches, peleas ni sufrimiento aparente. Como en la cinta de Rodrigo Moreno, él interioriza todo (¿El nuevo varón postmachista?) y mientras se agotan sus últimas horas juntos, cae una tormenta sobre la ciudad, y el gato de los vecinos, asustado, vaga por los tejados, por lo que nuestros ex tortolitos a punto de despedirse intentan rescatarlo. Ella lo consigue mientras él llora tras cortar una cebolla... Todo esto pasa lentamente, friamente, linealmente, huecamente... sin que le encontremos algún elemento digno para abrir los ojos que se nos cierran. En resumen, floja y carente de interés. Si nos fiamos de lo visto y comentado hasta ahora, y salvo que mañana nos ilumine Joshua Marston, el cineasta norteamericano que hizo la conocida producción colombiana María llena eres de gracia, último en concursar, serán apenas cuatro o cinco las cintas con apuestas de premio.
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