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DIARIO EL UNIVERSAL / Pablo Gamba / Lunes 21 de Agosto
Entrevista a Darío Grandinetti quien hace de Jorge Mario Bergoglio en el cine: 'El Papa juega para el lado que siempre hemos deseado que juegue'
Entrevista a Darío Grandinetti quien hace de Jorge Mario Bergoglio en el cine: 'El Papa juega para el lado que siempre hemos deseado que juegue'

En cines de Venezuela se exhibe la película que relata los años de formación del pontífice y los días anteriores a su elección.

 

Darío Grandinetti es Jorge Mario Bergoglio en El papa Francisco. El título de Venezuela va más allá en el tiempo que el original –Francisco, el padre Jorge–, que con mayor exactitud describe la película. Relata los años de formación de Bergoglio, en los que se forjó el compromiso social de su fe, y el período previo a su elección como el primer pontífice jesuita, argentino y latinoamericano.

 

Grandinetti es una figura conocida hoy, fuera de Argentina, principalmente por Relatos salvajes, así como por sus papeles en Julieta y Hable con ella, de Pedro Almodóvar. Pero su carrera en el cine incluye El lado oscuro del corazón, por la que recibió el premio al mejor actor en el Festival de La Habana en 1992, y se remonta a 1984, cuando hizo el papel de Juan en Darse cuenta, uno de los primeros filmes que revisaron la para entonces aún cercana dictadura cívico-militar de los setenta.

 

Al igual que Ricardo Darín, el actor argentino más famoso en el mundo, Grandinetti tuvo sus primeros éxitos profesionales en la TV, medio al cual debe un premio Emmy Internacional, por su papel en la miniserie Televisión por la inclusión. El del Papa es uno de varios personajes históricos que le ha tocado interpretar en el cine. Otros dos son los de Carlos Gardel y el piloto de carreras Juan Manuel Fangio.

 

Al preparar el personaje de Jorge Mario Bergoglio, ¿qué cosas descubrió que fueran desconocidas para usted o para el público?

–Desconocida para mí era la intensidad con la que él caminaba por las calles, iba a los lugares donde sentía que debía estar y le prestaba atención a la gente. Lo comprobé cuando filmamos la película: en esos sitios aparecía gente que lo conocía y que podía dar constancia de las cosas que yo intuía. Eso fue muy importante para encontrar algunas claves de la manera directa que él tiene de llevar adelante su misión. Quienes son así no tienen por qué ser exclusivamente religiosos, o católicos. Esa preocupación del hombre por el hombre, a mí me parece que excede cualquier religión.

 

¿Cómo se planteó el reto de sorprender con un personaje tan continuamente presente en los medios?

–La verdad es que mi intención no era sorprender al público ni hacer que descubriera algo revelador. Me daba por satisfecho con acercarme lo más posible a cierta forma de transitar la vida. Uno recrea comportamientos, y yo estaba preocupado por eso, más que por la recepción. Al aceptar el reto, porque para mí lo fue, pensaba que iba a estar muy expuesto con un personaje así. Pero una vez que lo asumí, con el grado de inconsciencia necesario para poder hacer una cosa así, me olvidé de todo y me centré en la tarea. Mi mayor preocupación fue hacerlo lo más cercano posible a lo que imaginaba.

 

¿Qué aspecto de la interpretación fue más complejo para usted?

–Todo, no estuve tranquilo nunca, siempre sentí que estaba corriendo un riesgo. Aunque yo suelo tener cierta confianza y seguridad, con este personaje estaba todo el tiempo en duda. Así que no podría decir que le tuve miedo a algo.

 

¿Es usted admirador del papa Francisco?

–¡Claro que sí! Que te ofrezcan hacer un papa es algo, de por sí, muy atractivo para un actor. Pero para mí lo fue doblemente porque se trataba de este papa. No por la cuestión chauvinista de que sea argentino; en todo caso, no solamente por eso. Es porque el Papa juega para el lado que siempre hemos deseado que juegue alguien que ocupa ese lugar, que es probablemente el más importante de la política mundial. Patea para nuestro equipo.

 

–Usted ha sido parte del cine argentino desde los años ochenta. ¿Qué ha cambiado de esa época al presente?

–No sé si hay un “cine argentino”. Lo que sí creo es que, a fuerza de que la industria ha crecido, sobre todo en los 12 años anteriores, no en los últimos dos, nosotros estamos técnica y artísticamente a la altura de hacer cine sin envidiarle nada a nadie. Nuestro problema, no sólo en Argentina sino en los cines emergentes de Latinoamérica y de algunos países de Europa, es la exhibición, la lucha contra las trasnacionales, no la realización.

 

–La competencia del cine norteamericano es desleal. Es muy difícil porque sale con grandes campañas de publicidad, impagables para un productor independiente. Que se estrene una película un jueves, y que el viernes decidan quitarla de varias salas, o reducirle la cantidad de pases, es lo que ocurre con la mayoría del cine latinoamericano. Lo sé porque también he filmado en el resto de América Latina y con técnicos de esos países aquí, en Buenos Aires, y lo sigo haciendo. 

 

Entre los cineastas con los que usted ha trabajado fuera de Argentina se destaca Pedro Almodóvar. ¿Cómo es él como director?

–Todo lo que diga puede que parezca un discurso obsecuente hacia él, demagógico. No tengo nada más que cosas buenas que decir de mi experiencia como actor, al igual que como espectador de su cine. Me parece un director honesto, que cuenta las historias que quiere contar de la manera más cruel, en algunos casos, sin hacer ningún tipo de concesión para ganarse el favor del espectador. Todo eso lo comprobé cuando trabajé con él.

 

–En ningún momento se filma con Pedro pensando si le puede gustar o no al público. Luego él hará todo lo posible para que la gente vaya a ver su película, pero no elige en función de lo que la gente tiene ganas de ver sino de lo que tiene ganas de contar, a diferencia de otros directores.

 

Usted ha hecho en el cine de Fangio, de Gardel y ahora de Bergoglio. ¿Qué otro personaje de ese tipo quisiera interpretar?

–También hice en el teatro a Neruda y en otra película a Haroldo Conti, que es un escritor argentino. No son cosas que me haya propuesto. Será que se les ocurre que doy el perfil de personajes reales. Hace algunos años tuve la ilusión muy grande de hacer al Che Guevara. Pero, fuera de ese momento en particular, nunca me ilusioné con hacer un personaje histórico. Jamás me hubiera imaginado hacer a Gardel.

 

Por encima del Papa hay un personaje que ha interpretado Morgan Freeman. ¿Se atrevería a hacer ese papel?

–¿Morgan Freeman cuando hizo a Dios? No vi esa película, pero un actor puede hacer cualquier cosa. Depende de qué se trate, qué cuente, de qué manera se presente. Yo no haría nada burlándome de ninguna fe religiosa, a pesar de que yo no la tengo. Me parece muy peligroso y no me gustaría jugar con la fe de nadie. No hubiese hecho una película sobre el Papa burlándome de él. En todo caso, podría haber cuestionado algunas cosas, si es que yo creyera en esos cuestionamientos, pero jamás me burlaría de nadie.