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Con Solier y Zellweger, otra jornada femenina de sentimientos, dolor y risa en Berlín
Con Solier y Zellweger, otra jornada femenina de sentimientos, dolor y risa en Berlín
Reconstrucción personal desde el horror y las memorias de un actor, ambas cintas bien recibidas
Las mujeres son definitivamente las grandes protagonistas del 59 Festival de Berlín. Por la pantalla del Berlinale Palast han pasado grandes personajes femeninos y grandes actrices. De hecho, podríamos decir que ellas han sido el motor de la mayoría de las historias que por aquí hemos visto. Este jueves, sin ir más lejos, la peruana Magaly Solier y la norteamericana Renée Zellweger, presidían respectivamente sus películas a concurso, ambas bien recibidas, La teta asustada y Me One and Only. Afincada en Barcelona, la limeña Claudia Llosa ha logrado primero el apoyo del fondo de desarrollo de guiones de la Berlinale y ahora un lugar en el concurso por el Oso de Oro, para su segundo largometraje, una parábola sobre la reconstrucción personal desde el horror, la superación del miedo y la autoafirmación. De nuevo Llosa, afincada desde hace un lustro en Barcelona (España), recurre a Magaly Solier (a la izquierda con Llosa en la foto), quien además de actuar tiene una preciosa voz con la que amenizó la rueda de prensa cantando en quéchua, para protagonizar una historia más relacionada con la guerra civil entre el ejército y el grupo armado maoísta Sendero Luminoso que afectó al país andino. La teta asustada a la que alude el título de esta coproducción mayoritariamente española filmada en Perú, es un mal que se transmite por la leche materna de las mujeres que fueron violadas o maltratadas durante el conflicto fratricida. La víctima de este mal va a rehacer su vida en la capital del país, en medio de una reconstrucción espiritual que intenta hallar el equilibrio entre la tradición indígena y la modernidad occidental. El film de Llosa emocionó y gustó no sólo a los latinos aquí presentes, sino también a numerosos críticos internacionales. La cineasta peruana es ya un talento consagrado. Rutilantes años 50. Ann Devereaux (Renée Zellweger) pilla in fraganti a su esposo (Kevin Bacon), director de una orquesta de música ligera, poniendole los cuernos con una chica en su propia casa. Es la gota que colma el vaso de sus infidelidades, así que sin saber muy bien hacia dónde, decide sacar del colegio a sus dos hijos adolescentes, vaciar la caja de seguridad de la familia, comprar un espectacular Cadillac "El Dorado" y echarse a la carretera. Después de varias escalas, en las que Ann intenta infructuosamente rehacer su vida sentimental, o mejor dicho matrimonial (es decir, cazar un nuevo marido), el trío llega a Los Angeles, donde ocurre lo imprevisto, el hijo menor, el chispeante y posiblemente "gay" Robbie (Mark Rendall), que siempre quiso ser actor, no cuaja una prueba para el cine y para la sorpresa general sí lo hace el narrador de esta historia e hijo mayor, George Devereaux (Logan Lerman), quien cambiará su apellido por el más comercial de... Hamilton. Y es que, en efecto, My One and Only no es sino la narración de los recuerdos juveniles -y el homenaje a su madre- del conocido actor Geoge Hamilton, quien nos cuenta con humor y ternura, y en formato "road movie", aquel viaje de año y medio desde Nueva York a California, a bordo de un precioso Cadillac azul celeste. El film, realizado por el británico Richard Loncraine (Wimbledon), se basa en un guión de Charlie Peters que circuló de mano en mano por años en Hollywood, hasta que finalmente se ha producido de forma independiente, con la inestimable ayuda de Zellweger encabezando un reparto pleno de buenos actores de televisión. Es también sin duda la presencia de la actriz ganadora del Oscar, en la pantalla y en la alfombra roja del Berlinale Palast, lo que ha debido mover al festival a seleccionar My One and Only, una comedia amable y sentimental, con ocasionales golpes divertidos y guiños cinéfilos, pero al fin y al cabo una obra menor, agradable de ver, aunque su presencia en la competencia de un festival de primer nivel está más bien fuera de lugar.