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Tarantino no convence ni a sus fieles con "Inglourious Basterds"
Tarantino no convence ni a sus fieles con
Mientras que el eterno invitado cineasta norteamericano es vapuleado, la cinta de Resnais, que tenía 19 años sin competir en Cannes, es aplaudida por los críticos
Curiosidades de la vida, algunas de las alegaciones que Pedro Almodóvar recibió con Los abrazos rotos también se han leído y escuchado ahora hacia Quentin Tarantino y su "Inglourious Basterds": ¡Cuidado con los homenajes y las citas! Pueden ocultar una falta de imaginación y de recursos propios. Menos violenta pero también menos original que sus cintas precedentes, esta especie de versión sionista con sabor a albahaca de espagueti de Doce del patíbulo, con un grupo de soldados judíos dispuestos a ganar la guerra sin necesidad de Normandía peca de irregular, dispersa y sobre todo larga... Aunque sobre el papel es Brad Pitt, el teniente Aldo Raine que manda al comando de soldados norteamericanos y agregados, el protagonista principal de la cinta, a la postre resulta que Tarantino da mucha más cancha a sus dos personajes femeninos, una judía dueña de un cine parisino, que tiene su propia idea para vengarse de las SS, y una actriz alemana espía de los aliados (respectivamente Mélanie Laurent y Diane Kruger), que al compañero sentimental de Angelina Jolie. Inglourious Basterds muestra a un Tarantino que -quizás como Almodóvar- ha acabado por tomarse demasiado en serio y con ello ha perdido frescura y sentido de la medida: dos horas y media de metraje a todas luces excesivo. A partir de ahí uno puede sustraerse de las realidades históricas y hasta de la lógica, pero no por ello llega a disfrutar de esta sucesión de historietas personales a las que falta una columna vertebral, un engranaje que las haga funcionar como conjunto. "En mi opinión -ha dicho parlarchín como de costumbre y feliz de encontrarse otra vez aquí el realizador de Pulp Fiction en rueda de prensa- no hay otro sitio igual que Cannes para estrenar una película. Es maravillosa esta quincena en la Croisette en la que el cine es lo importante, lo que realmente cuenta. Incluso cuando se patea una película, es con pasión. Esto significa algo. Está también el hecho de que el conjunto de la prensa mundial, desde EEUU a Finlandia o Islandia, descubre la película exactamente a la vez. Y luego vienen sus discusiones. Adoro estos detalles. Yo no soy un director americano, sino que hago películas para el mundo entero. Y el Festival de Cannes representa ese mismo concepto". Muy "dandy" en el vestir, Brad Pitt por su parte ha recordado con humor cómo surgió la colaboración con Tarantino: "Quentin vino a verme el año pasado al final del verano con su guión. Nos pusimos a hablar de películas y otras cosas y pasaron horas... Al día siguiente, quedaron cinco botellas de vino por el suelo. Aparentemente, debí aceptar hacer la película porque seis semanas más tarde estaba vestido con el uniforme del teniente Raine. Esa misma noche del encuentro me aseguró que con Inglourious Basterds estaríamos en Cannes, lo cual me pareció un atrevimiento insensato de su parte, porque era agosto. Pienso que una experiencia como esta no se da todos los días y me siento orgulloso de haber formado parte de esta aventura". En esta jornada de miércoles dedicada a dos figuras deudoras del festival, el cineasta y ex dependiente de videoclub que ha ganado la Palma y presidido el jurado no hace tanto luchó por esa magna recompensa con el bastante más veterano maestro local Alain Resnais, superviviente de la Nouvelle Vague, quien más cerca de los 90 años que de los 80 sigue en activo y con historias que narrar siempre desde una óptica personal. Les Herbes folles (Las hierbas locas o las malas hierbas) cuenta el encuentro casual, por culpa de una cartera robada y encontrada, entre una mujer y un hombre maduros, interpretados por dos reincidentes con Resnais, Sabine Azéma y André Dussolier, que hacen locuras de adolescentes a pesar de su edad, y se complican la vida a ritmo de melodrama romántico. Han pasado 50 años desde que el cineasta francés presentó Hiroshima mon amour y de nuevo ha regresado Alain Resnais a la Croisette, menos radical que entonces, puede que más accesible, para elegantemente brindarnos una historia simple y bien medida, más o menos clásica y que se ve con interés, aunque sigamos en los márgenes limitados de un cine de autor que trae sin cuidado al gran público. Ni que decir tiene que los críticos, aquí, la aplaudieron abiertamente. Hacía 19 años que no se veía una película de Resnais en la competencia de Cannes, y el anciano cineasta ha contado que cuando leyó la novela que le L’Incident, de Christian Gailly, sintió "un cierto síncope, un tipo de improvisación, de variación sobre los "standards", en el sentido musical. Me marcó también la cabezonería de los personajes protagonistas que son incapaces de resistir al deseo de llevar a cabo acciones irracionales, que despliegan una vitalidad increible en lo que se puede considerar como una carrera hacia el abismo...".