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La minimalista opera prima argentina "Rompecabezas" recibe aplausos en la Berlinale
La minimalista opera prima argentina
La única representante de Latinoamérica es fuerte aspirante al palmarés en el renglón de interpretación femenina
Ya le llegó el turno a la este año única cinta iberoamericana en competencia, Rompecabezas, de la argentina Natalia Smirnoff, otra "historia mínima" que exporta con frecuencia el cono sur, especialmente Argentina y Uruguay, encerrando en lo aparentemente cotidiano y nimio, en el detalle, la potencialidad del gran cine. Así lo ha visto la audiencia de la Berlinale, que aplaudió el film protagonizado por una espectacular -y ausente aquí por compromisos teatrales- María Onetto, para quien ya están pidiendo un premio de interpretación. La penúltima jornada competitiva se completó con la interesante Na putu (En el camino), de la autora de la celebrada Grbavica, Jasmila Zbanic, y la muy mal acogida cinta local Jud Süß - Film ohne Gewissen (Ascenso y caída - Película sin judios), de Oskar Roehler. María del Carmen (María Onetto), la protagonista de Rompecabezas es una mujer felizmente casada, con dos hijos a punto de abandonar el nido familiar, a la que en sus 50 cumpleaños le regalan un puzzle, con el que descubre su habilidad para componer los rompecabezas muy rápidamente. A través de ese hobby, conoce a un hombre de buena posición, también "adicto" al juego, que la invita a ser su pareja en una competencia nacional cuyo primer premio es un viaje al campeonato mundial de Alemania. Con esta historia de una ama de casa que encuentra una nueva ilusión, un nuevo aliciente en la madurez, no porque odie su vida ni ésta sea gris y lamentable, sino porque se divierte y entretiene uniendo piezas, Smirnoff, antes ayudante de realización y responsable de "casting" en varios films de conocidos autores argentinos, ha compuesto lo que califica como "una acumulación de metáforas algunas divertidas y otras bastante obvias", sobre la esencia de la vida como algo que construimos y a veces también deshacemos una y otra vez. En relación con su tardío debut (tiene 37 años), Natalia Smirnoff (en la foto con el actor Arturo Goetz) dijo que le apetecía explorar "un nuevo terreno", pero no porque se sintiera a disgusto o poco reconocida en sus previas tareas en el cine: "Yo creo que el concepto de la autoría en el cine no está sólo en el director y el guionista, sino en mucha gente de la que participamos en la producción. De la misma manera que considero que en mi propia película ha habido unas cuantas personas que han sido tan autoras como yo misma". La cineasta argentina, descendiente "de Rusos, españoles e italianos... pero me hubiera encantado ser heredera de la marca de vodka..."", cuenta gráficamente su simple historia con dominio absoluto del primer plano y el detalle, sin apenas ningún plano general, algo que considera femenino, ya que "las mujeres captamos mucho los detalles, y esta película sobre una mujer está contada desde una óptica femenina". María Onetto, que como el resto de los actores principales -Gabriel Goity y Arturo Goetz, el marido y el compañero de puzzles, respectivamente- tuvo la oportunidad de improvisar durante el rodaje, exhibe una serena naturalidad, una modestia en el gesto, una expresividad contenida que bien podría valerle un premio de interpretación, y tal no fuera la única, ya que dado el nivel más bien mediocre de la competencia este año, Rompecabezas podría muy bien tener espacios en el palmarés. Sobre las otras dos películas, Jud Süß - Film ohne Gewissen, la historia real de un actor que sucumbe a la gloria del cine patriótico y anti-judío del III Reich, creyendo que es capaz de manipular por sí solo a toda la maquinaria propagandística de Goebbles en beneficio propio y se estrella dramáticamente contra la realidad, fue la que más comentarios levantó, pero casi todos negativos, y los primeros desde el campo local, con un público alemán que no dudó en mostrar su desaprobación con silbidos y pateos durante la proyección. En cuanto a lo nuevo de la bosnia Jasmila Zbanic, Na putu, narra la degradación de una pareja cuando el hombre, un musulmán moderado en la antigua Yugoslavia, pierde el trabajo por beber en su puesto, y acaba siendo contratado por una pequeña comunidad integrista musulmana, en la que se practica la ley islámica, y hombres y mujeres viven segregados. La protagonista, Luna, se ve confrontada a una nueva realidad que su pareja parece aceptar de buen grado, él que antes era un musulmán no practicamente y respetuoso de las formas de vida occidentales. Esta es la segunda cinta de la competencia berlinesa de este año en tocar el choque cultural y de costumbres (o libertades) entre diferentes formas de entender las normas del credo musulmán, junto a la alemana Shahada, que vimos el miércoles.