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Más codicia pero menos garra en la nueva "Wall Street" estrenada en Cannes
Más codicia pero menos garra en la nueva
Ante la presentación de esta esperdada secuela, el festival ha dejado espacio sólo para uno de los título en competencia por la Palma de Oro
La Fox decidió retrasar el estreno de Wall Street: Money Never Sleeps, de Oliver Stone, para poder -dicen- traerla a Cannes, y el festival no dudó en darle en contraprestación, a pesar de su carácter de no competitiva, el lugar estelar de la jornada de este viernes y limitar la carrera por la Palma de Oro a un sólo título, frente a los habituales dos o tres. Además, esa única "competidora" en la atención del día era una cinta de perfil bajo, Housemaid, del surcoreano Im Sang-soo, que no obstante resultó sugerente. En Cannes, Oliver Stone ha reiterado los motivos de haber aceptado una secuela de una de sus cintas más comerciales, más de dos décadas después. La primera es que aquella avaricia de los 80 se ha convertido en moneda de uso corriente en los negocios internacionales y lejos de haber sido corregida por los gobiernos es ahora "legal", subraya el cineasta, que la próxima semana antes de volver a Estados Unidos pasará por Madrid para estrenar rodeado de presidentes latinoamericanos su documental South of the Border (Al sur de la frontera). Pero Wall Street: Money Never Sleeps no es un planfleto anticapitalista, o es mucho más. El guión de Allan Loeb y Stephen Schiff se deja a veces llevar por cierto sentimentalismo. Para empezar, el antes despiadado Gordon Gekko, el tiburón de las finanzas que arruinó a finales de los 80 a empresas y particulares, sale tras 8 años de cárcel por supuesto aún ávido de ganar dinero, entre otras cosas porque se ha quedado con una mano delante y otra detrás, pero también "humanizado" por la pérdida de su hijo -muerto de sobredosis- y el deseo de reconciliarse con su otra hija que no lo traga. Y fuera de los barrotes, se encuentra con un mundo financiero en el que aparte de que su viejo teléfono movil "modelo ladrillo" ha quedado obsoleto, la codicia está institucionalizada, y los primeros que la ejercen son los bancos, convertidos ahora en malos de la película. No hace falta ser muy inteligente para saber de dónde han sacado la inspiración esta vez... Gekko, ya hemos dicho, tira al monte del enriquecimiento, inevitablemente, aunque esta vez de paso quiera ayudar al que era novio de su hija (Shia Laboeuf) a recuperar lo que ha perdido fruto de la crisis y de los manejos de un banquero contrincante. No ha apasionado esta nueva "Wall Street", pero se deja ver. Hay quien ya le ha buscado antecedentes al coreano Im Sang-soo, ¡nada menos que el aragonés Luis Buñuel!, pero dejando atrás intoxicaciones de absenta, Housemaid (la mucama, la criada...) es un raro cocktail de intriga, sexo, luchas femeninas de poder intrafamiliares, salpicado de humor de diferentes colores, en torno al viejo uso de los hombres en las familias adineradas de requerir los servicios de las jóvenes empleadas en sus mansiones en un rango muy amplio. La cinta, remake de la homónima dirigida por Kim Ki-young en los 60, está bien interpretada y ambientada, tiene escenas muy logradas, al lado de otras increibles o irreales, y un desenlace final a todas luces difícil de tragar. Pero al menos ha despertado bastante curiosidad e interés. Aunque no suficientes probablemente para estar en el Palmarés.