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Tavernier decepciona en Cannes con su fresco histórico "La Princesse de Montpensier"
Tavernier decepciona en Cannes con su fresco histórico
El autor francés recrea un hecho histórico ya mostrado en varias ocasiones por el cine: el de la "Matanza de San Bartolomé"
Una historia de amor poligonal en los convulsos tiempos de las guerras de religión en la Francia del siglo XVI, basada en una novela de Madame de La Fayette, publicada en 1662, ha sido la propuesta del veterano cineasta local Bertrand Tavernier para optar a la Palma de Oro en Cannes, festival que no le ha sido hasta ahora demasiado propicio. La acogida -aparte de los inevitables "fans" franco-franceses- a su La princesse de Montpensier ha sido poco entusiasta. La nota de exotismo autoral es de otra cinta gala (de producción), la del chadiano Mahamat-Saleh Haroun Un homme qui crie, voluntariosa pero demasiado obvia. Tavernier es uno de los personajes más lúcidos del cine francés post-nouvelle vague, un cinéfilo especialista en los clásicos de Hollywood y un clarividente observador de la realidad social que le ha tocado vivir, autor de notables cintas que todos recordamos, como El juez y el asesino, La muerte en directo, La carnaza, Capitán Conan... pero que en lo que llevamos de década no ha brillado precisamente por un derroche de talento. Tras su frustrada experiencia en tierras americanas con In the Electric Mst, el cineasta lyonés que acaba de cumplir 69 años regresa por la puerta grande a su país natal con un relato caro y clásico sobre una etapa inmortalizada en varias ocasiones por el cine, el de la "Matanza de San Bartolomé", en el sangriento conflicto religioso entre católicos y protestantes. Melanie Thierry interpreta al personaje central, esa "princesa" que se debate entre la pasión y el deber, obligada por su padre a contraer matrimonio con un hombre al que no ama, y a su lado tiene a algunos señalados galanes nacionales, como Gregoire Leprince-Ringuet, Gaspard Ulliel, o el cantante Raphaël (que nada tiene que ver con el español de Martos), pero poco conocidos fuera, con excepción del más veterano Lambert Wilson. Tavernier ha contado con medios y no esquiva escenas de batallas y cabalgadas, tampoco escenas de sexo, pero patina con diálogos a ratos rimbonbantes que rozan el ridículo y resultan a todas luces excesivos, como si necesitara esa patina de intelectualidad como justificación para hacer tragar el resto de los ingredientes "comerciales". Al final esta Princesse de Montpensier acaba siendo una acortonada cinta de época, larga hasta el aburrimiento, que no logra ni de lejos transmitir al espectador la pasión que su protagonista debe estar sintiendo. El cinéfilo con memoria añora las películas de David Lean, en las que lujosos decorados, extras, uniformes y escenas de masas nunca llegaban a eclipsar la intimista historia sentimental central, sino que la arropaban. Claro que por algo el autor de Lawrence de Arabia y Dr. Zhivago era un maestro... Más modesta, la coproducción franco-belga Un homme qui crie (El hombre que grita) toma a un antiguo campeón chadiano de natación, luego reciclado en encargado de la piscina de un hotel para occidentales, que se enfrenta a la pérdida de su puesto de trabajo en favor de su hijo, como paradigma de un país convulso por una casi permanente guerra civil. El film tiene una clara vocación parabólica, metafórica, pero a pesar de la belleza de sus imágenes, no es capaz de recubrir de una encarnadura sentimental profunda a su personaje, que se hace distante. Tampoco la lentidud del relato ayuda. Es inevitable pensar que si esta película se hubiera desarrollado en cualquier país de Europa en lugar de en Chad no hubiera sido seleccionada, pero el paternalismo culpable... ya se sabe.