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EL UNIVERSAL / Robert Andrés Gómez / Martes 01 de Enero
"Somos muy llorones"
Entrevista a Héctor Babenco, director de "El pasado": "El hombre frágil de esta historia es un contrapunto con el macho del cine"
Héctor Babenco todavía guarda una cadencia austral en su fluido castellano que delata su origen: Mar del Plata-Argentina, 1946. De repente asoma una frase, una palabra en el portugués de su patria adoptiva que subraya lo que él siente y afirma sin temor alguno: Babenco es un director brasileño. El ego también le delata, pero a estas alturas en su caso habría que hablar de sabiduría. Cada frase suya resume un largo trecho andado. Aún a la distancia, consigue subyugar. A través del hilo telefónico se muestra generoso con cada respuesta. Babenco no es sólo uno de los realizadores brasileños más representativos, sino de los directores latinoamericanos más importantes. Pixote (1980) fue su carta más internacional hasta la llegada de El beso de la mujer araña (1985), que consiguió cuatro nominaciones al Oscar: incluidas Mejor película y Mejor director. Desde entonces ha rodado en Estados Unidos; lidiado con el cáncer; vuelto a Argentina para rodar El corazón iluminado (1997). Estrenado en Cannes Carandirú (2003) y adaptado la novela de Alan Pauls, El pasado (2007) que en pocos días se estrenará en Venezuela con Gael García Bernal de protagonista. -¿Como director se encuentra usted en plena forma? El pasado es una cinta poética, sensual, aterradora... -Cuando uno elige un tema para transformarlo en una película y entra en un proceso de dos o tres años dedicado a ello, hay una sintonía muy plena y una curiosidad enorme de querer abordar todos esos aspectos que tú mencionas. Soy un hombre con muchos amores en esta vida y pienso que el hombre masculino frágil de esta historia es un contrapunto con el modelo masculino muy macho que se ve en el cine y la televisión. Ese macho que va al gimnasio en una actitud incluso muy homoerótica, y que acá en la cinta cuando eso ocurre es el momento más frágil del protagonista. Así que me pareció muy poderoso y muy actual tener a este héroe masculino de carácter pasivo y totalmente manipulado por todo un ejército de mujeres. -Son mujeres que dan cierto miedo. -Y sí, pero también es una película de amor a la mujer. Las mujeres de esta película sufren mucho. Es una película que explora el dolor y el sufrimiento. Que aborda el mito latinoamericano del melodrama. El celo, la traición, la venganza, el abandono y el crimen; pero que tienen al hombre como víctima. Creo que el film revisa todos esos tópicos presentes en nuestra cultura latinoamericana y que está más presente en formas narrativas más populares como la telenovela o el bolero, en el bossa nova o en el jazz. Creo que no conseguimos abandonar cierta postura muy pesada y martillada en relación a los dolores del sentimiento que el sentimiento provoca. Pedro Almodóvar los utiliza, pero de manera muy pop, divertida. Nosotros no, somos muy serios aún. Muy llorones y además queremos que la gente lo sepa. Así, esta película cede al melodrama, pero de una manera muy seca, deshidratada, que no manipula al espectador. Creo que El pasado ha sido una revisión muy elegante y moderna del mito del melodrama como género narrativo. -La cinta también es un thriller. ¿Tanto miedo nos da mirar al pasado? -Creo que con relación al pánico, la película tiene un clímax que recuerda mucho a la película de (Roman) Polanski: El bebé de Rosemary. Claro que no hay una maldición ni una secta satánica. Pero siempre está la sensación de que va a pasar algo y ese algo no pasa. La protagonista se salva porque materializa su propia locura en una sociedad de mujeres que aman demasiado. Ella organiza y codifica su locura, para transformarse en una profesora de locos. Sofía crea una teoría personal donde afirma que los hombres volverán a ellas porque recordarán los momentos felices que vivieron a su lado. Eso no es más que un remiendo, un grado de locura que a mí me interesó. Creo que en ese sentido la película no es muy universal, en todo caso regional. No me parece que se entienda mucho en Europa o en otras latitudes. Es una manera de sentir que sólo nos pertenece a nosotros. -¿Siempre hay que cerrar cuentas con el pasado? -Creo que es una metáfora sencilla. En el fondo él termina haciendo lo que ella le pidió: separar las fotografías. Esos fantasmas que la anclaban. Y hay una satisfacción en ella, se ve en ese plano final cuando lo contempla. Consigue que él haga lo que ella quería y lo mira como si fuese un hijo que hace lo que la madre le indica. -El tema es tan universal que no debería dejar inamovible a nadie. En su caso, ¿cómo van esas cuentas? -(Se ríe). Debo decirte que no soy ese personaje. No soy Rímini (Bernal). Mi vida tiene un vuelo distinto, y unos "stops" con otra genética. Simplemente me interesó ese personaje y ese personaje está en un libro. Yo fui al libro no a la vida propia para inspirarme. Quise sustraer lo mejor que el libro tenía o yo entendí que era lo mejor. -El pasado de Pauls lo lleva otra vez a la literatura. -Me encantó el libro, fue una relación muy instintiva la que tuve con él. Ahora lo tengo todo muy masticado. Pero no fue así durante el proceso de hacer la película. No llegué a tener esta lucidez. Si no, no la habría hecho. Cuando haces una película vas un tanto a ciegas. Eso es lo que te impulsa a querer trabajar. El proceso creativo se mueve por instintos, sin saber por qué exactamente lo haces. -Diría que su relación con la literatura es de amor-odio o de lector consumado. -Aprendí a leer antes que a ver imágenes. No había televisión en casa. Así que de niño no conviví con esas imágenes. Lo que sí hice fue leer. Ahora nunca leo para encontrar el tema de una película. No me interesa ese tipo de lectura. Ni hacer cine de género para tener un éxito comercial. Siempre estoy caminando sobre un alambre sin red. Intentando equilibrarme y agarrarme a mí mismo. Me coloco siempre en el lado del espectador y opino. No pienso en qué sería más fácil. Cuando esta preocupación viene, la aparto de mí. En algunos momentos de mi carrera, algunos de mis trabajos tuvieron un éxito respetable y no pensé en el público entonces. Así que no voy a comenzar ahora cuando estoy más maduro y la sabiduría te da cierta pátina.