Noticias
REVISTA EXCESO / Jessica Vaisman Klahr / Martes 01 de Enero
Karina Gómez en contrapicado

Reproducimos aquí este artículo que ofrece una semblanza de la presidenta del Festival del Cine Venezolano de Mérida, a realizarse su 4ta. edición, entre el 26 y 30 de octubre
Una mujer —y qué mujer: altísima y delgada, de cabellera rojiza y ojos marrones tan vivos que perfeccionan su personalidad extrovertida y divertida, que se mide al apenas percibirla— irrumpe apurada del ascensor. Se aparece con la elegancia —a pesar de un sencillo outfit dominguero de jeans y top— propia de una ciudad con otoño. Karina Gómez, con tonada colombiana de origen, da la bienvenida con un discurso corrido y delicioso en el cual el séptimo arte —su pasión, su vocación y su oficio— se luce como protagonista. La energía y la persistencia de un niño la caracterizan; a sus 40 y tantos, con marido e hijos, su presencia da una paradójica impresión de descanso y brío.
Karina preside el Festival de Cine Venezolano en Mérida —allí vive—, este año en su IV edición, que se llevará a cabo desde el 26 hasta el 30 de octubre. El evento, además de proyectar 13 largometrajes para ser evaluados y premiados por expertos nacionales e internacionales, tiene actividades paralelas en varios rincones de la ciudad: un encuentro de estudiantes de todos los centros de enseñanza audiovisual del país, en el cual muestran sus trabajos; y homenajes a destacados del quehacer cultural criollo, entre otras cuestiones. Igualmente, se dictan cursos de actualización sobre adelantos tecnológicos que atañen a la gran pantalla.
Pero, además de esto, Karina es la productora ejecutiva de la revista C de Cine. Absolutamente consagrada a la expansión de la actividad cinematográfica, sus labores le dan hartas retribuciones, no económicamente, pero sí en satisfacciones personales que tantos ansían tener. Se ofrece con exclusividad a lo que ama: su esposo, sus hijos y el cine. Se nutre a diario, entre paisajes de picos nevados, de cultura. En materia de esta industria que se ha encumbrado en Venezuela desde hace pocos años, se mantiene al día al compás del desacelerado ritmo merideño —el cual le ocasiona nervios: su biorritmo es del todo megalopolitano. “Cuando pides algo en Mérida, te responden: ‘¿y para cuándo lo quiere?’. ¡Pues para ya! No, no, no, de verdad que la calma merideña angustia. Nunca nadie se imaginó que terminaría viviendo aquí”. Y claro, una niña de exquisitos abrigos, de ambientes mundanos, criada sin confianzudos tuteos y con culta distancia entre las gentes, acostumbrada a la velocidad de una urbe, terminó, pues, en una ciudad que más parece un pueblo, pero nada de esto la pone cabizbaja; por el contrario, mantiene la testa erguida, con porte de yegua de paso fino. Pese a ese brusco desajuste de ritmos ha logrado encajar en el cosmos, pequeño aún, de las artes que Mérida, de preciadas vistas verdes, brinda. Si de tramas se trata, Karina es testigo de cosas entre cosas y de personalidades de personalidades que asisten a los festivales, secretos y cuentos de los cuales sobran. Dice al respecto: “Me divierte muchísimo, por eso lo he hecho durante tres años y voy para el cuarto. Pico y me extiendo, algún día contaré todo lo que ocurre por aquí”. Su vida da para un largometraje, y ella, incluso sin maquillaje, cala como un personaje de película.
OTRAS NOTICIAS