(En la foto, Atef al-Ghanem, director del Comité del Primer Festival de Cine Saudí, realizado hace poco en Dubai)Desde 1970 no había cine en Arabia Saudí, pero sus autoridades político-religiosas parecen haber aceptado, casi 4 décadas después, que los tiempos cambian y el país no puede quedarse anclado. La punta de lanza del cambio se llama Menahi, una comedia que ha arrasado en las dos ciudades donde se estrenó, Jeddah y Taif, a razón de ocho sesiones por día. Para resolver las dudas de algunos creyentes, el jefe de la "Policía religiosa" del país ha dicho que no hay nada contra el Séptimo Arte siempre que no conculque los principios del Islam. El éxito de esta adaptación a la gran pantalla de las aventuras de un personaje creado por el actor Fayez al-Maliki en la televisión local fue tal que las sesiones en Taif debieron ser suspendidas ante la incontrolable avalancha de público en el hall de la sala. En un signo casi tan atrevido como la propia existencia de la película, los espectadores pudieron ser... de distintos sexos en las mismas proyecciones, algo inusitado en un país donde hombres y mujeres viven prácticamente separados en público e incluso las segundas tienen aún prohibido conducir automóviles. Menahi, dirigida por Ayman Makram, se proyectó de manera experimental durante días, con vistas a una posterior distribución más amplia. Ibrahim al-Ghaith, jefe de la policía moral del país y considerado la segunda autoridad religiosa del reino, declaró este domingo que su organismo -oficialmente llamado Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio- no estaba contra el cine siempre que éste mostrara lo bueno y no violara la Ley Islámica. Algunos temían que aparte de la reacción de la "Policía religiosa", que habitualmente persigue el alcohol, la prostitución y otras públicas manifestaciones contrarias a las leyes coránicas, sectores integristas pudieran causar algún alboroto en protesta por el regreso del cine, pero nada de ello sucedió. Detrás de la película está como productor el multimillonario Príncipe Alwaleed bin Talal, miembro de la amplia familia real saudí, quien invirtió en ella dos millones de dólares y según los analistas nunca se hubiera metido en la "atrevida" aventura de hacer una película saudí sin la bendición del rey Abdullah, quien intenta introducir cautas reformas en una de las últimas monarquías feudales del siglo XXI.