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TAL CUAL / Héctor Concari / Martes 01 de Enero
Cine marca Almodóvar
Columna: Día de Cine
Hay directores que saben encontrar su público a fuerza de jugar con él, despistarlo y proponerle constantemente caminos narrativos que abandonará para sorprender al espectador cuando éste se sienta cómodo en su butaca. Pedro Almodóvar ha construido -desde los ochenta, cuando España se despedía definitivamente del franquismo- pero especialmente en estos últimos años una peculiar obra que lo ubica en el elusivo puesto de lo inclasificable. Su último opus tiene todos los elementos para ser un indiscutible filme de Almodóvar: la nostalgia teñida de amor-odio por la educación bajo el franquismo en algún pueblo perdido de La Mancha, la intriga policial, el gusto por el cine y el melodrama. La película se cierra en una palabra que la resume: pasión. Los personajes de Almodóvar se mueven siempre por ésta, un institnto irracional, tan indefinible como el drama que vamos a presenciar y tan atrapante -apasionante, para ser tautológicos- como el cine mismo. En este caso, y sin revelar mucho de una trama que sorprende en cada vuelta de tuerca, la anécdota gira en torno a un director de cine que busca un tema y lo encuentra en la obra de un ex compañero de estudios, ahora actor y cuentista. Ese hilo imaginario le sirve para construir una ingeniosa muñeca rusa porque, sin mayor explicación entramos en una película que es la que estamos viendo, pero al mismo tiempo la que se está filmando, anclada en el pasado de los protagonistas que, como hombres de ficción que son, intercambian papeles de la vida real y la vida del celuloide. Este prodigioso "tour de force" narrativo viene envuelto en las obsesiones del director proque el drama incluye el travestismo, y los amores prohibidos por la educación religiosa (la mala educación del título, justamente). En la visión/pasión de Almodóvar, tiene poca importancia la resistencia que los hombres pongan a su destino. El melodrama, ese género tan maltratado, se encargará de poner las cosas en su lugar y llevarlos a donde su pasión los guíe, generalmente un camino de perdición, según las reglas y convenciones sociales, pero un camino de libertad, según las reglas de director, hombre con pocos pelos en la cámara, si alguna vez los hubo. Por ello no conviene buscarle mucha lógica al asunto. Lo que Almodóvar propone es esencialmente un juego en el que el espectador puede participar (y que disfrutará mucho más si le gusta el cine americano, las novelas negras, las mujeres fatales, que aquí son más fatales que mujeres) y cuyas reglas las dictan las convenciones, no de la sociedad pacata, sino del cine que esa sociedad produjo. El travestismo, ese tema en el que tan a menudo se regodea Almodóvar, tiene una veta que va más allá de la apariencia. Almodóvar trastoca la historia del cine que le gusta, -el cine no tiene sexo, pero Almodóvar es capaz de cambiar la orientación de los géneros- para moldearlo a su manera y obtener una película ingeniosa, audaz y, por supuesto, inobjetablemente personal. LA MALA EDUCACIÓN España 2004. Director: Pedro Almodóvar. Con: gael García Bernal, Fele Martínez, Daniel Jiménez Cacho