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EL UNIVERSAL / Robert Gómez / Martes 01 de Enero
En italiano
Columna: 35mm
Hasta que apareció Lone Sherfig (sic), el controversial movimiento Dogma permanecía en su lado más oscuro. El tenor de las historias contadas por Lars von Trier (Los idotas), Thomas Vintenberg (Celebración) o Soren Kragh-Jacobsen (Mifune) -autores del manifiesto que decretó la existencia de este movimiento que apostaba por la pureza del cine-, siempre fue crudo, amargo, sorpresivo, como una bofetada al rostro. No obstante cuando ya estas coordenadas ganaban terreno más allá de Dinamarca e inspiraban con buen pie a actores-directores como el belga Jean Marc-Barr (Lovers, Too Much Flesh); apareció en el panorama cinematográfico una realizadora más que luminosa, grácil, optimista y, sobre todo, esperanzadora.Lone Sherfig (sic) (Copenhague, Dinamarca, 1959) debutó (sic) en la gran pantalla con éste sin duda alguna, aire fresco para un movimiento que muchos calificaban de estrictamente comercial. Sherfig (sic) -quien además fue la primera mujer en entrar al movimiento- tomó al dedo las reglas del Dogma 95 para elaborar sin el corset de una producción de alto presupuesto una historia que partía del lado oscuro del ser humano y desembocar en la alegría de vivir. Italiano para principiantes (2000) es decididamente un viaje hacia la vida. El hecho concreto de una segunda oportunidad que consienten en darse un grupo de seres humanos atrapados en sus propios miedos y sus existencias aparentemente mediocres. Personas que deciden dejar de mirarse el ombligo y consentir que la vida es mucho más que eso.En Italiano para principiantes conviven un joven conserje de hotel y futbolista fracasado, un párroco que no consigue entrar a su propia iglesia, una peluquera solterona cuya madre alcoholizada atormenta día a día, una profesora de italiano, una joven pastelera maltratada por su padre y un poco más. Todos ellos se encontrarán alrededor de una clase de idiomas intentando hacer algo diferente y terminarán estableciendo puentes emocionales que aliviará su triste drama existencial.Para una realizadora debutante (sic) como la Sherfig (sic) de entonces, el Dogma 95 fue una válvula liberadora. Siguiendo coordenadas como la ausencia de música extradiegética, escenarios no reales, iluminaciones cuidadas o los efectos digitales, consiguió un ejercicio efectivo de naturalidad que redondearon los trabajos interpretativos de los actores.Despojada de toda tensión, consiguió cámara en mano, exdplorar diversos rincones de este melodrama contemporáneo que alcanzó múltiples reconocimientos en diversos lugares de Europa.Italiano para principiantes conquistó el Oso de Plata y el Premio Internacional de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Berlín (año 2001); consiguió además nominaciones al Goya y también la Espiga de Oro en el Festival Internacional de Cine de Valladolid. Tras el éxito de su ópera prima (sic), Sherfig (sic) entró en las líneas del cine más convencional con una historia irónicamente divertida que llevó por título Wilbur se quiere suicidar que ratificó que más allá del Dogma 95, existe una realizadora y un mundo personal para revisitar.