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RESEñA / Javier Guerrero, New York University/ Gran Cine / Martes 01 de Enero
Alain Resnais inaugura el New York Film Festival
Alain Resnais inaugura el New York Film Festival
El legendario director francés recibió una gran ovación antes de presentar su más reciente obra "Les herbes folles"
Amanece en Nueva York. Un cielo despejado y azulísimo se une al sol radiante y a la brisa casi helada que hace pensar equivocadamente que ha llegado el invierno. Bajo el cielo de esta ciudad pasa de todo. Aún la estela del New York Fashion Week puede sentirse, los presidentes del mundo recién parten tras la convención general de la ONU, y recuerdo que hoy comienza. Las luces del New York Film Festival se encienden. Parece ser una edición inolvidable. Veremos… Llego temprano al complejo Lincoln Center de Nueva York. Este año, el festival vuelve a su sede, un Alice Tully Hall renovado, convertido en un cuerpo de cristal que refleja las elegantes fachadas de los edificios vecinos y el tránsito metropolitano. Retiro los boletos para más de quince funciones. Este año veré casi todo el programa del festival. Reservé con tiempo. Mientra guardo el sobre, una mujer se acerca a la taquilla e intenta retirar un par de boletos para la clausura; dice con un acento anglosajón muy marcado que son para el film Los abrazos rotos. Pronuncia el nombre en español. El vendedor, detrás del cristal de la taquilla, le pide una y varias veces que repita el título del film. Resulta ininteligible pero la mujer insiste en pronunciarlo en español, quizá no sabe su significado en inglés. La ayudo, le digo al vendedor que sus boletos son para el film Broken Embraces de Pedro Almodóvar (pronuncio el nombre del cineasta como lo haría un americano). La señora me agradece, el taquillero me pide que le escriba el nombre de la película en español. Le servirá para otros clientes: público sofisticado, adulto y exigente. Se lo escribo con toda claridad. Gracias, me contesta el hombre y salgo de la taquilla. Decido ingresar al Alice Tully Hall. No aguanto más la curiosidad. Estoy adentro, intento recordar cómo era antes, cuál era la entrada y cuál la salida, trato de dibujar en el aire el plano de mi memoria y encuentro que pese a la fachada, el teatro mantiene su encanto y disposición arquitectónica. También su estilo antique, con letras rotuladas, bar y toilettes de los de antes. Entro ahora a la sala, una dama me entrega el programa y me acerca hasta mi puesto. La butaca es cómoda, la sala está más bella que nunca y apenas comienza a llegar el público cuando ya estoy instalado. Me percato de que tampoco el staff ha cambiado. Las mismas damas siguen dando la bienvenida. Iluminan con una pequeña linterna los boletos y guían a los espectadores hasta sus asientos. Todas son mujeres mayores, pulcramente vestidas, que se esmeran en atender a quienes ingresan a la sala. Algunas ya no pueden leer con rapidez ni caminar con la agilidad de otros tiempos, a menudo los espectadores deben ayudarlas a descifrar el número impreso y luego ellas localizan el espacio. Pero todos parecen agradecer su presencia. Son parte indiscutible y afectiva de este festival. Continúo sentado. En la pantalla se pueden ver imágenes de las películas que se proyectarán del 25 de septiembre al 11 de octubre. El menú es apetecible: cineastas legendarios, realizadores premiados, actores y actrices deslumbrantes, películas galardonadas, el mejor cine de autor estará en Nueva York… Haneke, Von Trier, Solondz, Breillat, de Oliveira, Denis, Bellocchio… Poco a poco se va llenando la sala. Veo el reloj y me doy cuenta de que ya es hora y las luces permanecen encendidas. Poco después se enciende el escenario. El director artístico del festival, Richard Peña, aparece en escena. Agradece la presencia de todos y, en especial, el regreso del evento a su sede. Toma aire y presenta los invitados. El festival ha decidido inaugurar con la película Wild Grass (Les herbes folles) del admiradísimo y ya legendario director francés Alain Resnais (Hiroshima mon amour, Muriel, El año pasado en Mariembad). Peña hace pasar a los productores, Jean-Louis Livi y Julie Salvador, y a los actores, el veterano André Dussollier (Un coeur en hiver, Tanguy) y Matthieu Amalric (La scaphandre et le papillon, Rois et Reine), este último, por cierto, aplaudidísimo. Finalmente, el director del festival presenta al realizador. Alain Resnais, a cincuenta años de haber debutado en el cine, entra al escenario y una ovación sincera lo recibe. Todos, de pie, le rendimos homenaje. Resnais habla poco pero es grato. Hace un chiste en referencia a la renovación del teatro y se retira para que empiece la función. Está feliz de estar en Nueva York. Se apagan las luces y comienza el film. La película de Resnais es una adaptación de la novela de Christian Gally "El incidente" (The Incident) y narra cómo dos vidas se entrelazan accidentalmente. Margarite (Sabine Azéma), luego de comprar un par de zapatos, es despojada de su cartera. El ladrón se deshace del monedero en el estacionamiento de un centro comercial, donde Georges (André Dussollier) la encuentra. Enseguida, el hombre intenta contactarla. La película de Resnais es una comedia negra, que no deja de generar interés en el público a lo largo de una hora y trece minutos. Un narrador en off encadena las historias. Se trata, sin duda, una película de personajes. Margarite es una dentista solitaria que, cansada de la profesión, comienza involuntariamente a hacerle daño a sus pacientes. Georges es un hombre casado, cinéfilo, que resulta intrigado por esta desconocida. El film logra interesar al espectador por su habilidad en dosificar la historia, su elegancia narrativa y por negarse a desvelar los secretos de sus personajes. No pretende narrar una gran historia. Por el contrario, dibuja personajes de la vida diaria, seres insatisfechos a quienes cualquier incidente parece arrastrarles a hacer un cambio, un golpe de timón en sus vidas. Algunas características del film me recordaron al Chabrol de los últimos años, pero sin la mirada perversa del director de La flor del mal. En el film de Resnais prevalece la comedia aunque no haya casi risa. Algunos momentos nos recuerdan a sus mejores films, otros quizá nos hacen olvidarlos. También destaca que sea una película de actores. Dussollier, Azéma, Devos y Amalric encarnan personajes memorables, complejos, nunca estereotipados ni fáciles. La película, sin embargo, resulta problemática a la hora de inaugurar el festival. Rara, muy rara, pero no tan rara para volver sobre ella. Quizá caprichosa, secreta, sólo rara. Claro, se trata de Resnais, cuya trayectoria definitivamente se impone, sin mayores cuestionamientos. No obstante, el aplauso, al final de la proyección, fue tímido. Se desvaneció con la gente que salía de la sala oscura para sumergirse en el subterráneo o tomar un taxi. A sus ochenta y siete años, el cineasta francés parece contar con vitalidad suficiente para narrar historias de estos tiempos. A sus cuarenta y siete años, el New York Film Festival sigue siendo la mejor opción para el público formado de esta ciudad. Eso creo, eso espero…