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"Ninjang, Ninjang" logra la Concha de Oro en un palmarés que ignora a "El secreto de sus ojos"
Las españolas "Yo también" y "La mujer del piano" lograron respectivamente los dos premios de interpretación y el de dirección
Algunos ya apuntaron que la cinta más unanimemente disfrutada este año en San Sebastián, la argentino-española El secreto de sus ojos, era "demasiado clásica". Esa opinión parece ser compartida por el jurado que ha presidido el francés Laurent Cantet, el cual la ha marginado, de forma manifiestamente arbitraria, del palmarés. La Concha de Oro fue para la segunda favorita, la china Ninjang, Ninjang, de Lu Chuan. Los films españoles Yo también y La mujer sin piano lograron respectivamente los dos premios de interpretación y el de dirección. El fallo del jurado, que fue recibido con división de opiniones, pitos y aplausos, otorgó dos más que discutibles premios: el Especial del Jurado para la francesa de François Ozon Le réfuge y el del mejor guión a la australiana Blessed, escrito por Andrew Bovell, Melissa Reeves, Patricia Cornelius y Christos Tsiolkas. Ambos títulos dejaron más bien fría a la audiencia en su día. Ninjang, Ninjang, que como las dos anteriormente citadas tuvo su estreno mundial en el Festival de Toronto antes de exhibirse en San Sebastián, obtuvo además de la Concha de Oro el premio a la mejor fotografía para el espléndido trabajo en blanco y negro de Cao Yu. Este film histórico, que opta de manera valiente por narrar las masacres de Nanjing, cuando Japón invadió China en 1937, desde la óptica no de las víctimas, sino de soldados nipones, fue elogiado tanto en el certamen canadiense como en el donostiarra. Lu Chuan no solamente trabajó durante cuatro años en la investigación directa a través de testimonios de supervivientes chinos y japoneses, sino que se enfrentó al rechazo en su propio país, donde la herida de la invasión nipona y sus consecuentes violaciones y asesinatos está lejos de haberse cerrado, y algunos han considerado como una "traición" conceder el protagonismo a los culpables. El cine español ha visto reconocidas dos de sus tres propuestas a concurso, mientras la tercera, Condenados, de Isaki Lacuesta, se llevó un premio de consolación, el de la Crítia (FIPRESCI). Yo, también, coproducción de la andaluza Promico Imagen y de Julio Medem, acaparó los premios interpretativos: el femenino para Lola Dueñas, y el masculino para Pablo Pineda, quien hace "casi" de sí mismo. Este film de Álvaro Pastor y Antonio Naharro, el mejor recibido de los tres nacionales, merecía recompensa, pero tal vez dos galardones resultan excesivos, sobre todo si se piensa en la colección de excelentes trabajos vistos en El secreto de sus ojos. También es bastante discutible la recompensa a Javier Rebollo por La mujer sin piano. Hasta aquí los premios del Jurado Oficial, integrado además de Cantet por el actor hispano-mexicano Daniel Giménez Cacho, el director coreano Bong Joon-ho, la actriz española Pilar López de Ayala, el director británico John Madden, la directora iraní Samira Makhmalbaf y la actriz portuguesa Leonor Silveira. En el apartado Horizontes Latinos, fue galardonada la cinta uruguayo-alemana Gigante, de Adrián Biniez, que este mismo año en Berlín se llevó tres premios: un Oso de Plata-Premio Especial del jurado (ex-aequo con el film alemán Alle Anderen, de Maren Ade); el Premio Alfred Bauer a las nuevas perspectivas cinematográficas (ex-aequo con Tatarak, de Andrzej Wajda), y el galardón a la mejor ópera prima del certamen. En la misma sección se dio una mención especial a otro film austral, Francia, de Israel Adrián Caetano (Argentina). Por su parte, el jurado de Nuevos Directores otorgó su principal galardón a la belga Le jour ou Dieu est parti en voyage (El día en que Dios salió de viaje), de Philippe Van Leeuw, con mención a Samen (Juntos), de Matias Armand Jordal (Noruega). El público donostiarra coincidió con el de Toronto en conceder su distinción, dentro también de Zabaltegi, al film norteamericano Precious, triunfador en Sundance. Una bella despedida Entre las muchas incógnitas sobre el criterio de selección del festival, destaca el hecho de haber otorgado a Mother and child, del colombiano Rodrigo García, el discutible honor de cerrar el festival. Hubiera sido una notable adquisición para la competición oficial. Quizás sus productores no quisieron arriesgarse en esa carrera por la Concha, pero para ellos hubiera resultado más beneficioso estar fuera de concurso, pero en otra jornada, como ocurrió con la española El baile de la Victoria, de Fernando Trueba, ya que la clausura implica un serio riesgo de pasar desapercibida. Este domingo Mother and child, una gran película, ocupará un lugar marginal en los diarios que informan prioritaria y lógicamente del palmarés. No se puede achacar desinterés por parte de su equipo, que movilizó a San Sebastián no solamente al cineasta, sino también a tres de sus principales actores, la australiana Naomi Watts, el norteamericano de origen boricua Jimmy Smits y su compatriota Kerry Washington. Mother and child es un gran film de sentimientos, de esos en los que es toda una hazaña no derramar lágrimas. Que sí, que se pasa de melodramática, que te lo ves venir... pero una cosa es pensar, analizar y controlar y otra muy distinta es sentir, aceptarlo, y dejar fluir. Y lo mismo que sucede en la sala, no conseguir retener las lágrimas, sucede en pantalla, con esas mujeres fuertes que retrata el director colombiano. Ellas lo quieren tener todo bajo control, pero la vida no se controla, la vida se vive y cuando lo aceptas las cosas llegan y te sorprenden. Esa es la historia de estas madres. Pues todas son madres, la que abandona, la que no puede tener hijos, la que no desea tener hijos, la que pierde la calma, la que se culpa de haber fallado, todas... Y la maternidad vuelve con la maternidad de las hijas, en una cadena que no tiene fin. En los ojos de una nieta se reconocen los de la bisabuela, cuya cadenita de oro colgará al cuello de la niña. La maternidad significa pasarse el testigo en esta carrera que es la vida. En la rueda de prensa, cuando las bellísimas Naomi Watts y Kerry Washington aparecieron y sonrieron a las cámaras, dos relámpagos relucieron en la sala. La belleza, sentido del humor, inteligencia y fuerza de esas dos actrices resultaron evidentes. No dudaron un segundo en ponerse entre las manos de este director que tanto entiende y sabe del mundo femenino, aunque su esposa no esté convencida de ello, según contó García (risas en la sala). En el caso de Naomi fue bajo la presión de la mafia latina en USA, que aceptó el papel, declaró con humor (de nuevo risas). Para Smith y Samuel L. Jackson la apuesta resultó más atrevida, pero ninguno de los dos habían tenido papeles similares al que les proponía Rodrigo García, y aceptaron la experiencia. Precisamente el cineasta colombiano, hijo del Nobel García Márquez y formado fílmicamente en México antes de dar el salto a Hollywood, donde ha brillado con películas independientes y series como "Six Feet Under" y "En tratamiento", después de esta nueva aproximación al mundo femenino se plantea -afirma- algún proyecto acerca de los hombres que pasan de los 40, a quien tanto cuesta crecer a pesar de envejecer.