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NOTA DE PRENSA / Javier Guerrero, New York University/ Gran Cine / Martes 01 de Enero
Bellocchio vence en Nueva York
Bellocchio vence en Nueva York
El film "Vincere" se presentó con éxito en el New York Film Festival
Foto: J. GuerreroLlueve toda la mañana sobre Manhattan. La tarde, sin embargo, descubre una vez más el cielo brillante que ahora parece totalmente ordeñado. Es hora del festival. El público es precavido. Lleva paraguas, impermeables y hasta suéteres y sobretodos que no usará. La helada de la primera noche se ha desvanecido. En esta "soirée" le llega el turno al único film italiano de la muestra, Vincere del realizador Marco Bellocchio (L’ora di religione, I pugni in tasca). La película marca su regreso a la pantalla del Alice Tully Hall. Desde el 2003, cuando el director presentó su film Buenos días, noche en el festival, no había vuelto. Esta vez parece haber llegado con todo… Vincere narra la historia de Ida Dalser (Giovanna Mezzogiorno), amante y luego esposa de Mussolini (Filippo Timi), con quien concibe a un niño que lleva el mismo nombre de su padre. Cuando Il duce llega al poder, para evitar un escándalo público, intenta borrar y negar la relación que ha mantenido con Dalser y su hijo. La mujer es entonces encerrada en un manicomio y el niño enviado a una escuela de religiosas. El film de Bellocchio parece un melodrama clásico: la mujer es separada del hijo por un tirano; en el psiquiátrico, pocos le creen que sea esposa de Benito Mussolini. Ella luchará, sin embargo, para lograr escapar de su cárcel. Quizá no pueda reeencotrarse con su hijo y muera sin ser capaz de probar su verdad. Todos los ingredientes del melodrama. Pero, el cineasta italiano da un giro interesante… Desde el principio, el film pone en escena la fascinación que Mussolini genera en esta mujer, a quien conoce accidentalmente. La obsesión de Dalser por el líder italiano será indetenible. Para el momento, Mussolini es un político que apenas comienza a descollar. Dalser es presa de una atracción carnal que la desboca. Con una larga escena sexual, Bellocchio enfatiza la entrega total de la mujer al cuerpo viril de Mussolini, quien como vampiro la subyuga, la vuelve incondicionalmente suya, la vacía. La mujer disfruta el darse por completo. Vende todas sus pertenencias, todos sus bienes materiales, para colaborar con el proyecto político que lidera su amante. Cualquier momento es oportuno para mostrarle su desborde sexual, la marca indeleble que ha escrito para siempre sobre ella. Hipnotizada, seducida, goza mostrándole a Benito que es él quien maneja su erotismo, su sexo, su cuerpo. Al salir encinta, Dalser logra casarse con Mussolini. Sin embargo, luego, cuando reclama su lugar y los derechos de su hijo, y amenaza con destruir la carrera del político, el poder que ya comienza a construirse alrededor de Mussolini logra callarla. La desaparece de la escena pública italiana. La fascinación que causa el líder carismático es, sin duda, comparable a la atracción que Mussolini y su proyecto nacionalista ejercieron en el pueblo italiano. El film incluye, con ingenio y novedad, material de archivo de la época. Los discursos, enérgicos e histriónicos, hacen temblar al pueblo, lo hechizan, logran brotar el nacionalismo más sorprendente. Y en este punto radica uno de los giros que Bellocchio hace al melodrama. Dalser lucha por salir del manicomio, escribe cartas a autoridades eclesiásticas y civiles. Intenta sin éxito que sepan que está encerrada y alguien vaya a liberarla. Pero el nudo melodramático no radica en reencontrarse con su hijo o, en su defecto, en vengarse. La mujer clama por ser reconocida, porque sea pública la marca carnal que ha dejado Mussolini en su cuerpo y viceversa. La fascinación llega hasta el punto de que lo importante es que se sepa que es la mujer de Mussolini, que su cuerpo lleva tatuada la marca fálica del dictador italiano. Con el hijo se produce una situación similar. Él es obligado a llevar el apellido de su madre, Benito Dalser. En la escuela, una noche en la que no puede dejar de pensar en su padre, tira al piso un busto de Il Duce y pide a gritos a las religiosas que lo llamen por su nombre: Benito Alvino Mussolini. Más tarde, en su adolescencia, será aplaudido por sus compañeros de estudio por imitar perfectamente el histrionismo de su padre, por su indiscutible parecido. El martirio, la separación, el sufrimiento perpetrado sólo pueden ser curados con el reconocimiento público, la exhibición de las marcas del líder del gobierno fascista en los cuerpos de su amante y el hijo que concibieron. Por otro lado, Vincere maneja recursos grandilocuentes para narrar este melodrama nacionalista. Tal es el caso de la ópera. El film, en especial durante su primera mitad, se construye a partir de piezas operísticas como si se tratara de un musical. Sin duda, Bellocchio escoge un género de origen italiano para narrar esta hipnosis colectiva, esta seducción irrefrenable que genera el fascismo. De semejante manera, el material de archivo, brillantemente editado, se asocia con la ilusión propia del cine que ayuda a representar este fenómeno político. La sugestión que tradicionalmente ha ejercido el cinematógrafo sobre el colectivo parece encadenarse con el encanto de la puesta en escena que suscita Mussolini en las masas. Además, el film utiliza un juego de sombras que hace pensar en el expresionismo alemán. Los ojos oscuros de Ida Dalser también recuerdan la estética alemana. Esta ilusión épica que crea el ojo encadenado a la gran pantalla y la ópera italiana como medios expresivos vuelven también sobre el poder imperial del fascismo que se extiende en Europa. En especial, una escena que muestra a Mussolini dando un discurso político en alemán parece insistir en este punto. Interesante resulta también que la interpretación de Mussolini por parte del actor italiano Filippo Timi cese cuando arriba al poder. El material de archivo será entonces el encargado de darle cuerpo al hombre poderoso, y Timi ahora interpretará al hijo bastardo. La fascinación por el cuerpo del dictador se expresa plenamente y cambia de materia: el poder lo convierte en ficción, ilusión hipnotizadora que desborda. El New York Film Festival tiene una particularidad destacable. Luego de cada proyección, el director, los actores y los invitados especiales del film discuten abiertamente con el público. Cualquier espectador puede hacerles una pregunta. Bellochio habló de su encanto por el personaje de Dalser, por ser una mujer que a diferencia de otras amantes de Mussolini, no se conformó con un puesto marginal y luchó por demostrar su papel en la vida del italiano. El director también comentó que Il Duce no estaba preparado para mantener una relación con una mujer culta y decidida como lo era Ida Dalser. Rachele Guidi, su esposa oficial, era una mujer ignorante, del mismo pueblo de Mussolini que le hablaba en su propio dialecto, que respondía más a la concepción conservadora que él tenía de la familia y era capaz de criar a sus hijos. No quiero dejar de comentar que en esta lucha que plantea el film, se da también un duelo importante entre dos interpretaciones magníficas: la de Mezzogiorno (El amor en los tiempos del cólera , La finestra di fronte) y la de Timi (In memoria di me). Ambos actores, sin duda, llevan hasta el nivel más alto el poder de este melodrama. Vincere trae de vuelta un tema que, pese a estar sepultado, parece retornar y reescribirse. La erotización del poder es un movimiento peligroso que crea monstruos políticos. En tiempos en que se ventilan los escándalos de Berlusconi en Italia, Bellocchio mete el dedo en la llaga no cicatrizada del nacionalismo carismático. Bellocchio vence. Nueva York lo aplaude.