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NEW YORK FILM FESTIVAL / Javier Guerrero, New York University/ Gran Cine / Martes 01 de Enero
La escena originaria de Lars von Trier (II)
La escena originaria de Lars von Trier (II)
El film "Antichrist" del director danés se presentó en el New York Film Festival
[…] El caos reina El film de Von Trier se construye en base al género de horror. La familia, en duelo, se retira a una cabaña para aislarse del mundo civilizado. En ella vivirá una pesadilla (¿sobrenatural?). Se trata de una cabaña precaria, arcaica, necesaria que representa la morada de las primeras pulsiones humanas. Inmediatamente, saltan a la vista las relaciones de Antichrist con el film de Kubrik El resplandor. La nieve, el lugar sitiado, la familia asediada por uno de sus miembros. Pero el cineasta danés propone una variante. Si el film de Kubrik trabaja la locura y la violencia perpetrada por el patriarca (Jack Nicholson), el de Von Trier indaga en la escena originaria y la responsabilidad de la madre. ¿Dónde se origina el mal? ¿Cuál es el papel que juega la mujer? ¿En quién reside la violencia primaria? En Antichrist el horror está desarrollado a cabalidad. La mirada del espectador, aunque de vez en cuando se le entrecrucen las manos, sigue paso a paso y atentamente el progreso de las acciones (en la sala hay tensión, expectativa, ni el más mínimo sonido parece interrumpir la hipnosis). El evento sobrenatural es contrarrestado por la fortaleza cerebral del hombre y el duelo que atraviesa la familia. Pero el género de horror implica un proceso de no retorno, cuya pérdida ofrece la posibilidad de un renacimiento, el regreso de la luz una vez que ha pasado la oscuridad, el invierno. El film de Von Trier sigue todas las reglas del género, pero el sacrificio es considerable. La mujer será eliminada. Aunque ella intenta acabar con la vida del hombre, vengarse de las torturas ancestrales, su misión es ceder su existencia y con ella, responsabilizar a la pulsión masculina de ser fuente original del mal. Y este cobro de la vida se llevará a cabo estrangulándola. Debo decir que la puesta en escena del estrangulamiento me recuerda a la película de Nagisa Oshima, El imperio de los sentidos. En el film japonés, la mujer, durante el acto sexual, suele interrumpir la respiración del hombre para generar en ambos mayor goce. En el film de Von Trier, él la estrangula, impide la oxigenación de su cuerpo, reproduce la escena de tortura de sus ancestros, pero también de alguna manera radicaliza la pulsión sexual hasta asesinarla. Como el cine de Kubrik, el de Lars von Trier es complejo. Desde Europa hasta Dogville, pasando por Contra viento y marea (Breaking the waves) y Bailando en la oscuridad, sus películas proponen conflictos difíciles de narrar, atravesados por la ley, la religión, la sexualidad y el martirio. A su vez, el cineasta ha intentado renovar los géneros cinematográficos. Afín a su estilo experimental —Von Trier es fundador del movimiento Dogma 95, junto a Thomas Vinterberg (La celebración)— el cineasta danés ha revisado uno a uno los géneros cinematográficos. Si Europa replanteó el cine de guerra, Contra viento y marea el melodrama, Bailando en la oscuridad el musical, Direktøren for det hele (El jefe de todos nosotros) la comedia, Antichrist propone ―sin éxito― re-escribir el género de horror. Sin éxito, porque no renueva el género. Por el contrario, es obediente ante sus reglas. Por otra parte, filmar la psicología profunda, los procesos inconscientes, no es tarea fácil. Pocos realizadores han logrado con éxito representar este paisaje. Haneke es, quizá, uno de los pocos cineastas que ha podido con reiteración darle cuerpo a estas pulsiones. La pianista, Caché, Funny Games y Código desconocido son ejemplos suficientes de cómo llevar a escena procesos inconcientes, primarios, y por lo tanto perturbadores. La paranoia y la culpa secreta que desata la llegada de videos inofensivos al corazón de la familia burguesa en Caché; la personalidad histérica de una mujer y sus fobias sexuales ligadas al amor/odio hacia la madre en La pianista; el terror al contacto y la condena a muerte de la familia por parte del joven rebelde en Funny Games, transitan en esta dirección. De la misma manera sucede con los films de Claire Denis, en especial Beau travail y Trouble Every Day ―este último aborda la historia de un hombre caníbal que luego descubre que es parte de una especie al hallar su par femenino―. Otros cineastas, como el ya mencionado Oshima ―y su interpretación de la envidia del pene, la vagina dentada y la mujer castradora―, han transitado estos paisajes, pero también Luis Buñuel y Arturo Ripstein, si hablamos del cine hispano. Anticrhist ha sido catalogada de misógina y quizá lo sea, tanto como la propia teoría psiconalítica. Y en este punto radica, a mi modo de ver, el problema del film. No sólo Von Trier sigue al pie de la letra la lógica del cine de horror, planteando sólo variaciones tímidas;de semejante manera, su paisaje del inconciente sigue las normas de la teoría psicoanalítica. Von Trier filma estas primeras pulsiones en un escenario arcaico, primario, para resaltar que el pasado del individuo (la escena originaria concebida por Freud) se produce antes de toda significación posterior. El film es el prólogo de la vida. ¿Es posible filmar la escena originaria? Bajo mi punto de vista, todo es representable.Sin embargo, la radicalidad de su puesta en escena al tratar de llevar a la pantalla un contenido no mediado, totalmente primario, naufraga. Aunque el conflicto es detonado por la muerte del niño, la película vuelve al Edén para representar, una vez más, la expulsión del Paraíso. El y Ella, Adán y Eva, el bien y el mal, se enfrentan. Al hombre le es asignada la semilla del mal y a la mujer, su germinación. Finalmente, se impone la violencia originaria que se repite, una y otra vez, en la sexualidad normativa humana. El hombre lleva a cabo el deseo oculto, ancestral, que la mujer desea que se imponga. No hay manera de escapar. A la obediencia del género de horror se le une la aceptación íntegra de la teoría del psicoanálisis freudiano. Von Trier ha sido muy obediente. No obstante, las mujeres siempre han ocupado los personajes más complejos del cine de Von Trier. No es primera vez que el cineasta explora al género femenino. La vengadora de Dogville y Manderlay, las mártires de Bailando en la oscuridad y Contra viento y marea son suficientes para dar cuenta la profundidad de sus representaciones. Por el contrario, Antichrist, en su afán de llevar a escena el primer paisaje de la humanidad, genera una caricatura. La radicalidad del gesto resulta risible. En el film, cuando la zorra verbaliza, con voz de Von Trier, la frase “el caos reina”, se genera más de una carcajada. ¿La anticristo? El título del film llama la atención. Mucho más por su efecto que por su significado. Sin duda, funciona en relación al género. Crea una expectativa de horror. Pero también plantea otros problemas. El título en inglés no requiere género. Al traducirlo al español, se hace necesario. ¿El anticristo? ¿La anticristo? La práctica social parece imponer la primera versión; sin embargo, creo que el film intenta su contraria. No sólo el logotipo de la película incluye el símbolo de lo femenino en su “t” final, sino que la propia película le confiere, en este sentido, agencia a la mujer. Se trata, sin embargo, de una anticristo muy especial. Anticristo, en el sentido de que obra en contra de la violencia que el cristianismo (y por lo tanto el judaísmo) ha perpetrado contra la mujer. Pero también, es anticristo por querer revisitar la escena de la crucifixión. La mujer deviene en torturadora de Jesucristo. En este sentido, llama la atención cierto aspecto lúdico, un poco secreto, del film. Von Trier, para darle cuerpo al hombre, escoge al actor William Dafoe, quien no por casualidad, protagonizó la película más polémica sobre el Mesías, La última tentación de Cristo. El film querrá entonces escenificar, con el cuerpo de Dafoe como portador cultural, toda la misoginia originaria del judeocristianismo. La función culmina. Tampoco ha sido fácil respirar dentro de la sala. Fuera, como ya se había anunciado, está Von Trier firmando los afiches del festival. En su cara noto cierta complacencia. No creo que por el lugar que ocupa como autor, sino, especulo, por saber que entre sus manos tiene un taquillazo. † Las imágenes siguen dando vuelta en mi mente. Tomo el metro. Recuerdo al niño y hasta las uñas de la madre. Pienso que deben estar durmiendo, quizá ella esté en vela. Tal vez sea un episodio insignificante, pero sutil y sorprendente, que sin lugar a dudas desplaza las imágenes originarias de Von Trier. Quiero pensar en el film pero sólo recuerdo la escena de la madre, el cochecito, el niño, su llanto detenido, los gestos de la mujer, los vecinos, el sonido del cortaúñas. Llego a casa. Antes de comenzar a escribir esta nota, decido cenar. En un plato grande, coloco un buen racimo de uvas.