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WWW.ELMUNDO.ES / Luis Martínez / @luis_m_mundo / Domingo 08 de Septiembre
León de Oro justo y revolucionario para 'Joker', que desconcierta en Venecia
León de Oro justo y revolucionario para 'Joker', que desconcierta en Venecia

Tanto el premio a la película de Joaquin Phoenix, una gran producción de una gran productora, como el otorgado a Polanski, al que primero se le boicoteó por la condena de abusos, dibujan un palmarés tan desconcertante como contradictorio. Y, sin embargo y a su modo, defendible.

 

 

¿Se puede sorprender precisamente por no hacerlo? Respuesta: sí. Y aquí, Lucrecia Martel. Y sorprendió por firmar un acta del jurado a años luz quizá de lo que se esperaba de ella. Contra los que aguardaban un palmarés combativo, marcado por la autoría, el riesgo y hasta el vértigo, la directora argentina en calidad de presidenta optó lo contrario. O la diferencia. Primero, llamó la atención que el segundo premio en importancia fuera a parar a la película que ella previamente había boicoteado. Sí, J'accuse / El oficial y el espía, de Roman Polanski, entró con todos los honores en la lista tras hacerlo de la misma manera en la rueda de prensa inaugural del festival. Allí Martel dijo que no acudiría al pase de gala. Para no aplaudir a un hombre condenado por abusos, añadió. Semana y media después, y en presencia de la mujer del cineasta, Emmanuelle Seigner, entregaba a esa misma cinta el Gran Premio del Jurado. Y aplaudió.

 

Pero quizá lo más llamativo es el propio León de Oro. Joker es una gran producción de una gran productora. Warner para más señas. Era y es la cinta más esperada y la llamada a marcar el fin de año en toda su amplitud: en la faceta comercial y la otra. No en balde, aunque muy a su manera, es el último epifenómeno de ese gran fenómeno que es el cine de superhéroes tan alejado de los festivales y tan cerca del McDonald's. Pues bien, para ella fue la mención de las menciones y todo parece indicar que la fiesta no ha hecho más que empezar.

 

Y ahora la pregunta: ¿Justo? Tan uno como otro parecen galardones difícilmente rebatibles. Más el León de Oro que el otro. El trabajo de Joaquin Phoenix en la piel del payaso loco y de Todd Phillips en la dirección reconvierten el género en una pesadilla que bien podría ser la nuestra. Las evidentes referencias tanto a Taxi Driver como a El rey de la comedia, las dos cintas de Scorsese, hacen de ella una especie de sueño cinéfilo dentro de otro sueño hasta pintar un retrato impresionista y visceral de un tiempo que se desmorona. Éste.

 

La exhibición del protagonista es eso. Toda la película se alimenta de forma obsesiva del gesto descompuesto de su actor. Su rostro, antes y después de enmascararse por la pintura, ocupa literalmente cada fotograma. Y desde ahí avanza por un largo pasillo de cristales rotos. La violencia no es expresión de nada, sino causa y sentido de todo. Es genial y como tal merece rugir como un león. Y hasta reírse de él.

 

El caso de Polanski es diferente y, sin embargo, acaba por coincidir. El cineasta que en 1962 presentara aquí mismo Cuchillo en el agua se ofrece a la audiencia en sacrificio y, sin pudor, hace coincidir la historia de Alfred Dreyfus, de eso trata todo, con la suya propia. La difamación, siglos después, es la misma, nos dice. Y su efecto, idéntico, insiste. Martel comiéndose sus palabras es un espectáculo singular, por cierto. La película avanza sin una sola fractura por una historia turbia construida de lo peor del hombre cuando se escuda detrás del efecto cruel de la masa. Y ahí se queda a vivir la película con un rigor muy cerca de la perfección. Pero, y esto no conviene olvidarlo, también es una recusación del feminismo. Y eso convierte el premio en algo más que un simple premio. Es una declaración de intenciones que resulta ser exactamente la contraria a la presentada por Martel hace unos días. Alguien se está volviendo o loco o extremadamente incoherente. Y todo apunta a que acaba de ser presidenta del jurado en Venecia.

 

Más preguntas. ¿Dónde quedó Ema, de Pablo Larraín, y el cine que ésta representa? Pues malamente. De hecho, ni entró la más provocadora de las obras de este año. Como tampoco estuvieron en el cuadro de honor, y desde el otro lado, Marriage Story, de Noah Baumbach, o Ad Astra, de James Gray. Debió pensar el jurado que con un gran estudio, bastaba. Las que sí estuvieron ahí fueron Martin Eden, de Pietro Marcello, aunque figurara de la mano de su actor Luca Marinelli; About Endlessness, con Roy Andersson como mejor director, y el prodigio animado Nº7 Cherry Lane, de Yonfan, que se llevó el guion. Ahí, en todas ellas, sí figura la tensión que se le supone a un palmarés de autor. Premiar a Ariane Ascaride como actriz por su papel en la muy política y muy irregular propuesta de Gloria mundi, firmada por su marido Robert Guédiguian con el que colabora desde que se inventó el cine, se antojó sino acertado sí un detalle.

 

Por lo demás, y aunque España no contara con ninguna película en la sección oficial, dos de las tres producciones que estaban en la sección Orizzonti tuvieron lo suyo. Tanto el descomunal y emocionante trabajo de Marta Nieto en Madre, de Rodrigo Sorogoyen, como la puesta en escena de Théo Court (nacido en Ibiza de padres chilenos) en Blanco en blanco fueron convocados al estrado.

 

Y así las cosas, se impuso una sorpresa que, en realidad, no lo era. Y quedó claro de nuevo que, ahora mismo, la Mostra es el festival al que todo el mundo quiere ir. O, mejor, el festival refugio. Todo aquél que se sienta rechazado por una causa del tipo que sea, sabe que tiene sitio en el Lido. Cadenas de televisión condenadas en otros lares por negarse a estrenar en cines, cineastas expulsados de las academias por su pasado tormentoso y hasta directores hombres que en algún momento vieron en peligro su heteropratiarcal tronío por la amenaza de la discriminación positiva; todos, sin excepción, son bienvenidos a la Serenísima. Aquí no hay cuotas de mujeres, Netflix tiene el terreno libre y Polanski sólo recibe la condena (luego matizada) de la presidenta del jurado, Lucrecia Martel, que no de la institución. Joker tiene motivos para seguir riendo. Con justicia en el más amplio de los sentidos.

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